El trabajo informal para salir adelante

Edison Camaño, en su carrito, vende cueros y tripas asadas a un dólar, aparte estudia. ACR

GRÁFICA

Gabriel Cedeño oferta desde cuchillos hasta ollas y cargadores de celular. ACR

Un área del mercado laboral que es de particular interés, por su importancia en la generación de empleo, por su magnitud en la economía y sus características particulares es el relacionado al sector informal, señala el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que el sector informal es un conjunto de unidades económicas que funcionan a pequeña escala; sus activos fijos y otros valores no pertenecen a la empresa en sí, sino a sus propietarios.

Tienen una organización rudimentaria, tienen muy poca o ninguna distinción entre el trabajo y el capital como factores de producción.

Son informales las personas que trabajan en unidades de producción que, por lo general, no tienen Registro Único de Contribuyentes (RUC) y no llevan contabilidad completa.

En las calles de Cuenca existen una serie de personas que de modo independiente laboran diariamente en venta de comida, artefactos y una serie de productos.

La mayoría son personas que no tienen un patrono y tampoco tienen seguridad social. Son hombres y mujeres, solteros y casados.

Testimonios

Ahí están jóvenes como Edison Camaño, de 20 años, quien vende cueritos y tripas asadas, cada plato a un dólar o un dólar y medio.

De lunes a viernes estudia Pedagogía, de 14:00 a 20:00, en su tierra natal Loja, y el viernes en la noche viaja a Cuenca para vender durante el fin de semana estos alimentos en un carrito.

“Hay que buscarse la manera de trabajar, hay diferentes medios y formas en las que se puede desenvolver, ya trabajo hace un año en esto”, comenta mientras con un fino cuchillo corta el cuero.

Es soltero, vive con sus padres en Loja, ellos le apoyan económicamente y también lo que genera su trabajo de sábado y domingo, es sacrificado, pero considera que es la única manera de salir adelante.

Gabriel Cedeño, de 40 años, nacido en Manabí y radicado en Cuenca, vende cargadores de celular, cables, estuches, pequeñas ollas, cuchillos, candados, pelotas, cucharas y otros artículos en su coche móvil, que recorre la ciudad.

Lo acompaña su pequeña mascota “Anaí” y comenta que logra vender a precios económicos porque él compra en gran volúmen la producción en Guayaquil y Portoviejo.

Él no conoce horarios laborales, trabaja de lunes a domingo, descansa solo cuando su cuerpo le pide; su tarea le sirve para mantenerse y a su familia.

Pero la labor la realiza “con un ojo abierto, y el otro cerrado”, es decir, ante la presencia de “vagos que andan robando”, don Cedeño se mantiene alerta porque, según dice, el capital para comprar sus productos salió de sus bolsillos, no tiene respaldo de nadie, es su propio jefe y empleado. (ACR)-(I)