Ciudad verde (Parte II)

Eduardo Sánchez Sánchez

Para instituciones como La Prefectura del Azuay, la Municipalidad de Cuenca y los GAD, es una obligación moral, cívica, ecológica y emergente, el proceder con políticas serias, éticas, honestas, científicas e impostergables para la siembra de especies arbóreas y políticas agresivas de reforestación, en la cual deben intervenir los estudiantes como líderes que enseñen y practiquen el respeto a la naturaleza. Hay un gran vacío en un estudiante y en un profesional que no conozca de Ecología. Es trascendente el aporte de la iglesia católica y otras, que desde sus púlpitos prediquen el tema e incentiven a los fieles por el cuidado de la Natura.
Con verdadera preocupación vemos el decrecimiento frecuente que tenemos con la vegetación nativa y todo el emporio que alberga un bosque andino con su diversidad biológica de mágicas cualidades. No podemos continuar con la propagación del fuego en manos de enemigos de la vida. La pobreza no es justificativo de miseria humana y factor de alimentación de la tragedia ambiental. El Estado con sus estamentos y la sociedad no pueden ser ajenos a la degradación de la vida por causas antrópicas.
Como un puntillazo inicial del Bicentenario independista, tenemos que programar la restauración ambiental y el salvataje de nuestros Páramos, así como no permitir la minería que produce daños ambientales irreparables, que laceran el futuro, iniciando la siembra en la conciencia colectiva.
Es urgente el diseño y construcción de macro parques y áreas verdes alrededor de la urbe morlaca, que actúen como filtros del aire contaminado y favorezcan la purificación atmosférica. Así también el control del tráfico mediante un programa diseñado por la EMOV, que reduzca el número de autos en calles citadinas, el esmog y daños del aire que respira la población. (O)