Cuaresma

Tito Astudillo Sarmiento

Las religiones, desde su sentido fundacional religare, son conjuntos simbólicos y metafóricos que pretenden acelerar la evolución de la conciencia humana, perspectiva desde la cual la cuaresma reviste de especial significado y contenido.

Cuaresma es el período de cuarenta días comprendido entre el miércoles de ceniza y el domingo de pascua, marca el camino hacia la principal celebración del cristianismo, la Resurrección de Cristo, símbolo de la renovación del ser que asume su propia transformación, vence la muerte y emerge a la vida.

La muerte iniciática es, para las doctrinas esotéricas, un umbral que marca un nuevo ciclo, el amanecer de la conciencia, emerger de la luz, la transmutación del alquimista; la muerte es aquel umbral que debemos cruzar; la cuaresma es un camino de preparación…

La imposición de la ceniza es el símbolo que nos recuerda el origen: humanidad de humus-tierra, “Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Gen 2,7). El desierto es el encuentro con la soledad y silencio del que emerge nuestra propia voz: el principio hermético: conócete, supérate. El ayuno es, más que una tradición, un método que precede a la muerte iniciática, lo practicaban ya, en el antiguo Egipto los profanos que aspiraban iniciarse en los secretos de Isis, en oriente los hindúes aspirantes a yogui…

El ayuno, desde la perspectiva iniciática, constituye un proceso de purificación interna del ser en todas sus esferas y dimensiones, el ayuno es abstinencia en cuanto es meditación y reflexión, el ayuno es renovación en tanto es propósito y enmienda, una sin la otra equivale a la siembra sin cultivo.

Reconocer nuestra humanidad y origen, reencontrarnos, escucharnos, sanarnos, perdonarnos y proyectarnos, el profundo sentido de la cuaresma nos confronta nuevamente, entre lo trascendental y lo superfluo con nuestras propias decisiones y sus consecuencias… (O)