“He cortado el cabello a 5 generaciones…”

Una impresionante colección de navajas, peines, peinillas y tijeras, muy especiales, de más de medio siglo. XCA

En la Imperial, fundada por Germánico Tobar (+) y seguida por su hijo Patricio, predomina el estilo clásico.

En un rincón del espacio urbano de la calle Benigno Malo y Mariscal La Mar, parece haberse detenido o conservado el tiempo por más de medio siglo. Se lo siente al ingresar en la Peluquería Imperial, con una tradición de 70 años, donde trabajan la segunda y tercera generación de maestros de la peluquería.

Desde Germánico Tobar, el fundador; Patricio Tobar Palacio, el maestro actual; a Germania Tobar, la nueva generación, la peluquería se ha consolidado entre los clientes y transeúntes que gustan, especialmente, del estilo clásico.

He hecho el corte de cabello a cinco generaciones y parece que voy a alcanzar la sexta”, dice, orgulloso, el maestro Patricio, que corta desde los diez años de edad y tiene ya 60 en el oficio.

Aquí están presentes múltiples elementos de la viva la tradición peluquera: dos sillones metálicos de hace más de 60 años, parecidos a los que antiguamente usaban los odontólogos… De hecho, don Patricio Tobar aspiro un día a esa profesión, pero debió dejar los estudios: “escapé de la Odontología pero no me libré del sillón”, bromea.

De uno de los sillones pende a un costado “la chaira”, así se llama la ancha correa de cuero para asentar y afilar las navajas de afeitar… pero también podía tener otro “uso”, recuerda el maestro, como cuando su padre la tomaba queriendo castigar a sus hijos y “teníamos que escapar por la ventana”.

Era de carácter fuerte el señor Germánico Tobar en la educación de sus vástagos y en la exigencia para que el entonces jovencito Patricio aprendiera el oficio.

Sobre una pared luce el título de su papá como “Maestro en el Arte de la Peluquería”, concedido el 26 de septiembre de 1950 por la Comisaría del Trabajo; un oficio aprendido en el Ejército donde fue cabo y enseguida de graduado abrió su primer local.

Por 28 años permaneció en él, en la calle General Torres, antes de ir a uno nuevo, en su vivienda, donde su hijo mantiene el local y ejercita el oficio.

Mucho ha cambiado el trabajo, hoy, con tecnología, con medios como las hojas de afeitar desechables que empezaron a multiplicarse a fines de la década de 1980 -”por temor al contagio del SIDA”- y que marcaron la agonía -aunque no la muerte- de las navajas para rasurar “pelo y barba”.

Claro que en los viejos tiempos -cuando no había autoclaves o esterilizadores para peluquerías- se higienizaba las peinillas, tijeras y navajas, se las dejaba en una solución de agua y “oxicianuro de mercurio” -que se conseguía en las boticas-, un conocido antiséptico de otras épocas. Para la piel del cliente estaba el alcohol.

El corte exigía también esfuerzo físico. Al principio no había la máquina eléctrica que corta, rapa o ajusta el cabello al nivel que el cliente pida, sin esfuerzo para el peluquero o estilista. Antes todo se hacía con máquina mecánica y a medida que avanzaba el corte, el maestro tenía sentidos los músculos del dedo pulgar, mano y antebrazo.

De los “ñaupa tiempos”, el maestro conserva una colección de máquinas, peines, peinillas -incluso una metálica- tijeras y navajas, las mismas que eran importadas, con elegantes diseños de los mangos.

Cuando no había afeitadoras desechables o eléctricas, los hombres se ponían en manos del maestro barbero-peluquero que, entre la conversación, afeitaba al cliente. En sus manos la navaja, bien afilada, era una herramienta de trabajo; en otras manos podía ser un arma mortal por lo filosa que era.

En los años 1980 empezaron a surgir las “Gabinetes de Belleza” y a declinar las peluquerías tradicionales, lamenta. Tiempos pasados: los de los cortes masculinos estilo de los cantante de moda, las patillas anchas, el “corte alemán” para los niños -casi como si fueran soldados-, a quienes incluso se rapaba casi a mate, en previsión de los piojos, cuando los recursos sanitarios no eran masivos como hoy…(AVB)-(I)

PERFIL PERSONAL

Patricio Tobar Palacio, padre de tres hijos, llegó al oficio tras su aprendizaje en su niñez y adolescencia con su padre, luego continuó, alternado con los estudios universitarios de Contabilidad y Odontología, pero al fallecer su progenitor debió “trabajar de lleno”.

Y así ha sido por décadas, con aprendizajes constantes, hasta consolidar una clientela fiel, del corte clásico y casi exclusivamente a hombres, solo excepcionalmente hizo cortes a mujeres. Tuvo un paso por la dirigencia del Gremio de Peluqueros y de la Junta de Defensa del Artesano.(AVB)-(I)

DETALLE

Don Patricio Tobar debió dejar los estudios universitarios para trabajar: “Dejé la Odontología, pero del sillón no me libré”