Hogar, dulce hogar

Claudio Malo González

Para la mayor parte de personas, el hogar es algo así como un refugio para suavizar la monotonía de la rutina. En el pasado, por regla general, la mujer, llamada ama de casa, pasaba la mayor parte del tiempo y se la calificaba como “reina del hogar”. Su incorporación intensa a estudios y trabajos, ha hecho que un importante porcentaje, al igual que el varón, disfrute pocas horas de las dulzuras hogareñas, con no muchas horas para poner en práctica la deliciosa intimidad, como un oasis a los formalismos artificiosos del entorno exterior.

Su majestad, el “coronavirus”, ha impuesto que por un tiempo todos tengamos que permanecer tan solo en el hogar, gestando en muchos la pregunta ¿Y ahora, qué hago? E interpretando esta obligación como una versión de la prisión domiciliaria. No es posible dar recetas generales, lo que importa es que proyectemos nuestra creatividad al interior de la casa en la que, por regla general, hay un ambiente de paz ajeno a las tensiones y conflictos de la realidad externa.

La revolución informática ha hecho que en múltiples casos continúe el trabajo, privado o liberado de los compañeros de tarea. Las posibilidades de opciones recreativas abundan a través de la televisión, con series y películas. Para los adictos a la lectura las horas de este disfrute se incrementan y algunos pueden descubrir este espacio de sabrosa evasión sumergiéndose en libros. No falta quienes cuentan con más tiempo para practicar el chismorreo vía redes sociales.

Lo saludable es que tenemos que aprender, aunque sea transitoriamente, a organizar la vida en el entorno familiar enfatizando sus encantos, que a veces pasan desapercibidos, para que deje de ser una frase poética “hogar, dulce hogar”.