Los recuerdos (VIII)

Jorge Dávila Vázquez

> Rincón de Cultura

Hace unos días, quienes laboran en el Centro de Investigaciones “Juan Bautista Vásquez”, sonoro nombre que reemplazó al de BIBLIOTECA, tan familiar en otras épocas, tuvieron la bondad de invitarme a evocar anécdotas de mi relación con ese insigne centro de cultura.

Pienso que las bibliotecas, en general, fueron como mi segunda casa. Pasé en ellas momentos inolvidables, desde que era muy pequeño, crecí intelectualmente en contacto con sus notables fondos bibliográficos y con quienes los administraban que, en la mayoría de los casos tuve la suerte de que me conocieran y se encariñaran con ese insaciable lector, casi niño.

Una persona, ligada a la vida de la Biblioteca de la Universidad, Martha Aguilar Moscoso, cuando se terminó el acto me dijo cosas muy hermosas, sobre una intervención que había sido como un soplo de pasado, que le llenó de la memoria y la frescura de otros días. ¡Emocionante! Ella estuvo años a cargo de ese magnífico centro bibliográfico, uno de los mayores y más ricos de Cuenca, y ahora anda por esos ilustrados laberintos, su hija Ximena; una de las. Funcionarias que trabaja con infinito amor y entrega, en ese contacto único entre libros y, sobre todo, estudiantes y docentes, que la tecnología, a ratos, parece querer suprimir.

En parte repetiré algunas cosas que dije ese día, pero me reservo el evocar para Uds. a futuro, pequeñas historias, que seguramente serán en sus propios recuerdos, muy semejantes a las que yo cuente.

Empecé a frecuentar la Biblioteca de la Universidad de Cuenca cuando era muy joven. Mi amigo Pablo Estrella Vintimilla, tenía un tío que parecía personaje de cuento fantástico: Celiano Vintimilla. Entraras a la hora que entrases en su despacho, siempre estaba leyendo un libro, que, por lo general, te recomendaba. Pablo, como yo, apenas un pre adolescente, me llevó al antiguo edificio de la Universidad. En su planta baja estaba la Biblioteca y su mágico director.  Buscábamos un libro sobre el que habíamos discutido, y Estrella, con esa tendencia a la investigación que tuvo y tiene, quiso comprobarlo con el texto. Ya para entonces, no me importaba quién ganase. El mundo maravilloso de los libros, cantado por Borges y por Eco, entre otros, me envolvió con su fascinación. (O)