Para meditar

Francisco Cherrez Tamayo

Ricos, pobres, rubios, mestizos, cholos, católicos,  ateos,  renegados, socialistas, curuchupas, comunistas, orgullosos, humildes, arrogantes, deshonestos, éticos,  prepotentes, ilustrados, analfabetos, potentados, sin techo, banqueros, etc., etc. todos sin excepción, se rindieron ante las garras inmisericordes  del malévolo y letal Covid 19. Esto demuestra una vez más que nadie es dueño de la verdad, y peor del mundo, por más dinero que tenga. Esperemos haber aprendido la lección, y que de aquí en adelante  renovemos nuestra conciencia, y seamos más humildes, sensatos, que nos despojemos del ego, de la prepotencia; del celo y la  envidia malsana. Meditemos que nuestro paso terrenal es muy efímero, que la sociedad de competencia y consumo no nos hace nada bien.  Que el dinero y los bienes  materiales no pueden comprar la salud y la vida; que los bienes espirituales deben ser los más  apetecidos, porque a través de ellos nos damos cuenta que el amor es la esencia de este mundo.  Es hora de continuar trabajando responsablemente, pero también de dedicar más  tiempo al hogar, a la familia, a los hijos, nietos, amigos.  Espero que en  estos días de “aislamiento”, nos hayamos dado cuenta de la hermosa familia que tenemos;  de la bondad  de  Dios para darnos salud y  un techo  donde guarecernos; de lo grandioso y bello que es la amistad fiel y sincera; y sobre todo pensar en las necesidades, y en ser más solidarios con aquellas personas sin techo ni comida.  Estimados lectores  es hora de la transformación del planeta y de la humanidad; por lo tanto respetemos como nunca antes  a nuestros semejantes, a los animales, y a la naturaleza en todas sus expresiones. La vida es bella y de nosotros depende como queremos seguirla viviendo. Que el dolor de todos los familiares de los que ofrendaron su vida, y el sacrificio de todos los que padecen esta enfermedad, sea por el bien y  por el cambio de la naturaleza y el mundo. Que estos difíciles días que estamos pasando sirvan para reblandecer el alma, y para enriquecer el espíritu.