Recordando a Rulfo

Tito Astudillo y A.

OPINIÓN|

Recordando la reflexión de Jaques Bergier y Louis Pauwesl, en El retorno de los brujos, cuando alientan que, incluso las épocas más duras del agobio son dignas de nuestro respeto, por ser obra de la naturaleza creadora y que esta no se equivoca, así o algo así, me aferro a esta premonición, para aprovechar de la mejor manera estos días de cuarentena, que  más allá del milagro de la familia y los amigos, dan la oportunidad de leer y volver a leer a mis autores favoritos, entre los que está y en primera línea, Juan Rulfo, escritor, cuyo nacimiento celebramos el 16 de mayo.

Viene a mi memoria ese día cuando, con el pintor colombiano Omar Rayo en el año 2002, destino a la hacienda La Arcadia invitados por Esthelita Vera a un domingo de molienda, pasamos por Quingeo y paseando por sus calles desoladas y cargadas de un silencio abrazador, absortos en la contemplación de su arquitectura tradicional que resiste al tiempo, de pronto el artista identificó Comala; esto es Comala, así debió ser el pueblo de Rulfo, decía y repetía aligerando sus pasos y los recuerdos. Entonces la conversación giró en torno a la novela Pedro Páramo y sus personajes en la mítica Comala y avivamos la certeza de que lo local no invisibilidad lo universal en la literatura, como en Pedro Páramo, obra que entre lo real y lo imaginario, supersticiones y tradiciones de una ruralidad específica, “interioriza” una etapa de la historia del pueblo mexicano.

Juan Rulfo, Premio Príncipe de Asturias y Nacional de Literatura de México, nació en Sayula, estado de Jalisco el 16 de mayo de 1917 y falleció en Ciudad de México en enero de 1986; guionista, fotógrafo y escritor, nos legó una riquísima producción literaria sintetizada en: Pedro Páramo, El llano en llamas, Diles que no me maten y El gallo de oro, suficiente para ser considerado entre los maestros de la narrativa hispanoamericana del siglo XX. (O)