Recuerdos solsticiales

Tito Astudillo y A.

OPINION|

Una reflexión sobre los solsticios, necesariamente, me lleva a recordar espacios y celebraciones íntimamente ligados a la cosmovisión andina y a sus hitos culturales, como el complejo arqueológico de Ingapirca, a donde llegar es casi un ritual, como esa visita académica de la Sociedad de Historia de la Medicina, década del 70, con Manuel Agustín Landívar y César Hermida Piedra; ese cordial acercamiento al complejo inmemorial con un grupo de arqueólogos suizos y, a  las fiestas del sol y las cosechas comunales en Semillas de Esperanza y San Pedro, con Ricardo Morales, por los años 70, y tantas y tantas otras.

Más recientemente, con un virtuoso grupo de trabajadores de la escuadra y el compás, asistimos a una puesta solsticial en el Castillo de Ingapirca. Y llegamos puntuales al templo solar, a las seis de la tarde de ese 24 de junio, justo cuando los últimos rayos del sol, como siguiendo el eje occidente-oriente de la elipse, entraban en el templo llenando de su luz el entorno. Quedamos bajo sus rayos hasta que el horizonte nos arrebató para, poco a poco, ir cediendo a la penumbra y la noche que se fue llenando de estrellas. En Ingapirca, según Milla Villena, está uno de los tres templos solares, de estas características, que existieron en el Tahuantinsuyo: el de la isla Coatí en el lago Titicaca, el Coricancha del Cuzco y el de Ingapirca.

Los incas celebraban del 21 al 24 de junio (Inti Raymi), una gran fiesta imperial en homenaje al Sol y agradecimiento por las cosechas; dejaron de celebrarse en forma oficial en 1572 por orden del virreinal. En 1944 un grupo de intelectuales y artistas del Cuzco, recuperó el Inti Raymi como una trascendental celebración de identidad. En la parroquia Ingapirca del cantón Cañar, la celebración anual del Inti Raymi, es todo un acontecimiento cultural local regional y nacional.