Falacia

Alberto Ordóñez Ortiz

OPINIÓN|

Es la hora de las falsificaciones. De la vil patraña. Me refiero a la política, claro está. Los términos empleados la reflejan nítidamente en el sombrío espejo de una realidad cada vez más lacerante. La bonanza de que nos habla el sector gobiernista no se compadece con la vertiginosa crisis que nos azota y envuelve en su oscuro manto. Fernando Villavicencio, el conocido activista político acaba de denunciar que con 5 millones de dólares provenientes de varias empresas públicas se financió la Consulta Popular contra la Corrupción, esto es, de forma abismalmente corrupta: sea bienvenida la redundancia. Bajo ese prisma, el embuste es el escudo y la falacia el himno coreado por los oficialistas.

Los discursos inflados por la retórica barata son su usual lenguaje. Entre lo que se ha dicho y se ha hecho, sólo hay insondables inconsistencias. Las proclamas por la austeridad se estrellan contra las “jugosas” jubilaciones que siguen cobrando los ex-presidentes (as) y ex-vicepresidentes (as) incluido Glas. La “austera” medida, constituye grave ofensa a la miseria en que se debate un pueblo que no tiene en que apoyar su desamparo. Entre tanto, la cacareada austeridad no pasa de ser sino eso: un vano cacareo, mientras el discurso oficial hiende el centro mismo del vacío insustancial.

Así las cosas, el desasosiego ahoga al país. Ahora sólo cabe la dolorosa crispación de la desesperanza y, desde luego, la extraña sensación de que la falsedad es el fangoso material con que se estaría contruyendo el destino nacional. ¡Si! el fangoso material en que se revuelcan los que ejercen la soberanía a través de jugosos repartos. Habremos de convenir entonces que esta es la hora del imperio del desfalco, de la putrefacción de quienes asaltan los fondos estatales públicamente y sin el menor sonrojo. No hay duda: la vergüenza pasó a mejor vida. (O)