Desoladora situación

Hernán Abad Rodas

OPINIÓN|

Es positivo que el sistema democrático de las sociedades con un alto nivel educativo opere tan satisfactoriamente, que no haya necesidad de contar con líderes de poderes extraordinarios. Sin embargo, la cuestión es diferente si interpretamos la falta de figuras sobresalientes, como un indicio de que la sociedad democrática contemporánea no es capaz de producir conductores políticos de gran competencia y fuerza de atracción dentro de un marco de verdad, ética y moral.

Una de las principales cualidades que debe poseer un líder democrático, es que debe atenerse siempre a los sistemas y estructuras propias de la democracia, y sus acciones deben responder a las teorías sobre las normas de la democracia.

En toda su acción el político debe fundarse en la verdad y honestidad, pues en el momento en que intenta engañarse a sí mismo o engañar al pueblo, pierde los títulos que le facultan como un líder, honesto y democrático.

En el Ecuador no existen partidos políticos, ni líderes que obedezcan a una particular ideología; los que existen con tal membrete son meras cofradías de amigos, dueños de una bandera y una inscripción en el registro electoral. El arribismo, la ambición de poder y la habilidad para el contubernio es lo que les une; la defensa de sus intereses privados y el engorde de sus bolsillos son la meta. Para ellos, salvo pocas excepciones, la política activa no es más que un lucrativo modus vivendi como cualquier otro.

Para mi forma de ver, lo que ocurre en Latino América es parte de una dinámica más amplia de deterioro de la democracia. En el caso de nuestro vapuleado Ecuador, luego de pasar por uno de los períodos políticos más nefasto de la historia reciente; el correísmo, la situación actual es relativamente mejor. No hay autoritarismo, se respeta la libertad de expresión y de pensamiento. Sin embargo, la epidemia de la corrupción persiste tanto a nivel del Gobierno central como de los gobiernos subnacionales.

Lo que tenemos actualmente en el Ecuador dista mucho de los ideales de libertad, equidad, justicia, progreso social o desarrollo humano. Da la impresión de que, con esta pandemia, el lado oscuro del ser humano ha aflorado. La clase política ha tendido cada vez más a alejarse de las aspiraciones de los ciudadanos y, al mismo tiempo, han aprovechado para saquear las arcas del Estado. (O)