Cuídate de los tibios

Imagen ilustrativa de Freepik.

Matías Abad Merchán 

Seguro han escuchado la expresión “ni chicha ni limonada”, un dicho que, en su origen, se utilizó para comparar estas dos bebidas con una tercera que no era ni fuerte (o alcohólica) como la chicha, ni suave y refrescante como el jugo de limón.

Hoy en día esta comparación también se utiliza para retratar a aquellas personas que al momento de enfrentar la decisión de ser fríos o ser calientes, por conveniencia eligen ser simplemente “tibios”.

El argumento que repiten es que “son neutrales”, “objetivos” o “apolíticos”, dependiendo del contexto, lo cual, naturalmente, genera que se rehusen a asumir una posición clara y definida ante circunstancias en las que necesariamente tienen que tomar partido.

Así, con su indiferencia avalan el atropello, legitiman el abuso, se convierten en espectadores impávidos de la injusticia y en cómplices silentes del bando opresor.

Los tibios quieren pertenecer a dos mundos y beneficiarse de lo que puedan sacar de cada uno. No les importa renunciar a sus convicciones, creencias y principios si es que así logran cumplir con su cometido.

Con su indiferencia los tibios avalan el atropello, legitiman el abuso, se convierten en espectadores impávidos de la injusticia y en cómplices silentes del bando opresor.

Por supuesto, no estamos hablando de quienes asumen una legítima posición de imparcialidad, sino de aquellos que, ante el superclásico del siglo, esperan al minuto noventa para subirse en la barra brava del equipo triunfal. Lamentablemente en la mayoría de casos de la vida lo que está en juego no son goles o campeonatos, sino nuestros derechos y libertades.

La tibieza tampoco ha escapado del escrutinio divino. El profético Apocalipsis de San Juan 3, en sus versículos 15-16, retrata cómo Jesús se refiere a estos indecisos personajes: 15. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!” 16. “Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.

Asimismo, en la célebre Divina Comedia de Dante Alighieri también se advierte que “los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad”.

Por lo expuesto, la peor traición que nos podemos hacer a nosotros mismos es saber que pudimos haber hecho algo por cambiar las cosas, pero nuestra cobardía lo impidió.

Como acertadamente decía el político estadounidense Barry Goldwater: “El extremismo en la búsqueda de libertad no es vicio. La moderación en la búsqueda de justicia no es virtud”.