La misma anormalidad

Carlos Castro Riera

OPINIÓN|

A raíz de la pandemia del Covid 19 se empezó a hablar de que se tendrá que vivir, con nuevas relaciones saludables entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza. Esto no ha sucedido en el país y más bien la corrupción envuelve a la política, la administración pública, la sociedad civil y la depredación de la naturaleza. Los delincuentes se han vuelto más expertos y cínicos, y quienes tienen cuentas con la justicia se candidatizan buscando la inmunidad hasta el día de las elecciones y luego, de ser elegidos, con su poder, lograr la impunidad.

En una sociedad con conciencia social sana de principio no toleraría en forma radical que procesados en varias causas penales y hasta con sentencia, pretendan ser candidatos y que se  contamine un proceso cívico electoral y hacer del mismo una vitrina de candidatos indecentes, secuestradores, rateros de fondos públicos, traficantes de la salud y de la muerte, prófugos, y más mafiosos disfrazados de políticos; o es que acaso se ha perdido la autoestima ciudadana individual y colectiva que exige buscar personas que respeten nuestra dignidad y nos representen con dignidad, que mostremos un rostro de un país de personas decentes y no de gente permisiva a la corrupción.

Asistimos a otro proceso electoral con grandes inseguridades jurídicas, éticas y con las sombras del pasado. Con una autoridad electoral deslegitimada por la falta de transparencia y procedimientos internos antidemocráticos, que no ha logrado depurar un padrón electoral cuestionado en varias elecciones consecutivas, con equipos y programas informáticos que nos recuerda los apagones y susceptibles a intromisiones fraudulentas tal y como señala la Contraloría y con algunos sujetos políticos cuya existencia jurídica suena a toma y daca, lo que ha motivado incluso una investigación penal.

En este festín de corrupción algunos asambleístas han sido públicamente denunciados por corrupción y delincuencia y con cara dura se pavonean, bravos y prepotentes siguiendo la vieja escuela, pero como migraron de una colmena a otra, cercana del oficialismo, se sienten amparados por el poder. La esperanza está en manos de la justicia, la acción ciudadana y los medios de comunicación. Si se flaquea los delincuentes habrán ganado la batalla. (O)