Una herencia maldita

Karina López Pino

OPINIÓN|

En los tiempos de pandemia muchas personas de la tercera edad murieron y lo hicieron en la soledad de sus grandes mansiones, en la pequeña casa donde hubo días de mucha algarabía y pobreza. Y un elevado porcentaje en los geriátricos que los acogieron y los cuidaron por la ausencia de tiempo, paciencia, servicio, amor, gratitud y compromiso de los familiares.

Que triste murieron sin el abrazo del nieto que recién empieza a acoplarse en un mundo amenazante, del hijo o hija al que quiso bendecirlo con sus labios y sus manos y desde el corazón perdonarlo. De su perro fiel, amigo y compañero de vejez.  Sus despedidas fueron imperceptibles y sin ese derecho del contacto tranquilizador de la presencia humana de esos familiares y amigos más cercanos.

Se suponía que la amenaza de la muerte que circula en un virus microscópico debía cambiarnos, transformarnos y moldearnos a la imagen de un ser humano con sentimientos y valores éticos. Sin embargo, las noticias nos restriegan a diario que la maldad del ser humano sobrepasa los límites y prueba de ello, una sociedad con más femicidios, más delincuencia, más desempleo, más corrupción, más suicidios y más promesas de falsos y cínicos lobos vestidos de ovejas que pronuncian frases cansonas sobre días mejores una vez que consigan nuestros votos. Y ha esto se suma, más familias divididas, enfrentadas y peleadas por una herencia.

Pero retomando el hecho de esas muertes sin despedidas hace poco agonizó un personaje de la farándula y en esas pocas horas de su ausencia sus hijos ya se estaban peleando por las propiedades. Esto pasa a diario porque la ambición del hombre no tiene límites y más valor posee el dinero que un concepto de familia y de esas enseñanzas de vida.

Una herencia que llega como regalo divino se convierte en una herencia maldita que hace que las almas ambiciosas sean entregadas a merced del diablo por esa falta de sabiduría y valores.

Entonces qué tan sensato es dejar casas, dinero, terrenos a personas que desconocen el concepto de gratitud y que con dinero pierden valores, lógica, amor de hermandad y de esas fuertes vivencias y experiencias hogareñas. Sería importante descartar esas peleas absurdas que dejan ver el lado más obscuro del materialismo para que puedan reflexionar y entender que esa casa por la que pelean no es más que el sacrificio de sus padres que muchas veces lloraron, no viajaron, no comieron bien, no vistieron los mejores trajes y se privaron con exageración sin saber que con el último soplo de vida sus hijos se transformarían en hienas.

Bajo este contexto social de una herencia maldita ¿podrán aquellas almas descansar en paz? (O)