Cédula falsa y otras aberraciones

Gerardo Maldonado Zeas

OPINIÓN|

Al finalizar el proceso de inscripción de candidaturas, la sensación que tenemos una gran mayoría de ecuatorianos, se resume así: una comparsa, un desfile bufo producto de la pobre concepción de la democracia de una parte de la recurrente clase política ecuatoriana populista, bendecida por la desorganización y el poco profesionalismo del CNE.

Hubo candidatos de todo tipo; pocos movimientos serios y ordenados. Otros refrescando su pasado de conflicto; y, en especial aquel que sin tapujos presentó documentación inaceptable: el candidato Araúz, con una C.I. falsa y el certificado de votación del papá. Verdaderamente inaudito, insólito, doloso; si para ingresar a cualquier entidad pública se requiere presentar la cédula correcta, ni se diga la inscripción para la más alta magistratura del país. De manera inexplicable el trío del CNE concedió 48 horas para subsanar estas “inconsistencias” ¿Qué pretendieron?

Quisieron victimizarse, desde el principio de inscripción de las precandidaturas. Un juego de nombres, para colocar como la estrella del proceso, al polémico expresidente Correa, con cuentas pendientes con la justicia, pero buscando entrar a la carrera electoral, para conflictuar y vender la imagen ante la sociedad de una inexistente persecución política. Su nominación no cumplió a cabalidad el proceso de democracia interna, que debió perfeccionarse con la expresa y personalísima presencia ante el CNE.

Se han presentado 17 organizaciones políticas, 9 han sido calificadas hasta la noche del jueves pasado y 8 se revisarán en los próximos días. El CNE y la máxima autoridad el TCE, con el súper juez Arturo Cabrera quien “solito” declara la inconstitucionalidad de una norma, sin consultar a la Corte Constitucional como dispone el art 428 de la Constitución, tendrían hasta el 6 de enero de 2021 para resolver impugnaciones, previo a enviar a la imprenta las papeletas electorales. Un proceso que debe despejar muchas dudas; y sobretodo la percepción en la ciudadanía, de la falta de imparcialidad en el máximo organismo electoral. (O)