Esperar al menos hasta 2023

Bladimir Proaño Rivera

OPINIÓN|

A menos de tres meses de terminar el 2020, el año que cambiará el estandarte de la historia económica reciente, tiene algunas cosas claras en el país. Será, con certeza, el peor ejercicio económico al menos desde 1980. La corrupción y la pobreza emanan como las lacras a las que nos referiremos por muchos años más. Y asimismo en los males a ser resueltos por los candidatos presidenciales so pena de ganar adeptos hasta ganar las próximas elecciones. Reconociendo todo esto, y tratando de hacer una lectura moderadamente optimista: el rebote en 2021, dice, será poco probable de lo previsto. Pero el Ecuador tendrá que esperar hasta 2023 para recuperar el nivel de PIB anterior a la pandemia.

Organismos como el Banco Mundial ven un entorno próximo menos grave de lo que se temió en un principio: el comercio mundial ya ha regresado a niveles precrisis; los precios de las materias primas se han mantenido relativamente bien; las remesas, tras caer de manera “fuerte” al inicio estarían regresando a terreno positivo; y son “pocos” los países que han visto limitado su acceso a los mercados financieros internacionales para tomar nueva deuda. Esto quiere decir que la política económica de lo que queda de este gobierno y del próximo deberían apuntar a aprovechar estas oportunidades.

Además, el giro coyuntural plantea la necesidad de nuevas herramientas que contengan la crisis. El plan ecuatoriano de recuperación debería enfocarse pensando en transformar la economía –digitalizándola, haciéndola más verde y más intensiva en empleo de calidad— y no para facilitar el manejo a corto plazo de la crisis. Es decir, el objetivo, encomiable, del plan es la mejora del tejido productivo, asentando las bases de una economía más eficiente y socialmente equilibrada.

Por tanto, el futuro de nuestra economía depende esencialmente de que encontremos nuevos consensos para restaurar el clima de confianza, empezando por unos presupuestos generales del estado que despejen incertidumbres, y de la adaptación de la estrategia económica ante un contexto cada vez más incierto. Solo así se conseguirá revertir el debilitamiento en marcha, y se abrirá un escenario de recuperación sostenida más adelante. (O)