Honorato Vázquez

Jorge Dávila Vázquez// Rincón de Cultura

Amigos: luego de pasar por ese horror llamado Covid y sus infernales rezagos, desempolvemos hoy este Rincón, evocando a una inmensa figura de la intelectualidad cuencana de otra época: Honorato Vázquez Ochoa.

Nació en Cuenca en 1855 y murió en su ciudad en 1933.

Pese a la modesta situación económica de su familia, fue siempre un espíritu de gran cultura y amplitud de miras; amante de las artes y las letras, hombre reflexivo y profundamente religioso. Y un rasgo que es preciso subrayar: todo lo grande del pensamiento humano, en cualquier ámbito, tenía una resonancia en lo nuestro, lo mas cercano. Esa era la “elegante conjunción de lo universal con lo vernáculo”, de que hablaba Gabriel Cevallos García.

Su sensibilidad apareció en sus hermosos poemas y cuentos, y también en una obra pictórica de suma delicadeza. En todos, la pincelada íntimamente terrígena se une al gran fresco de la historia. Eso hace de él un autor que sigue siendo actual, en cualquier momento.

Vázquez pronunció su discurso de incorporación a la Academia Ecuatoriana de la Lengua en 1886, a los 31 años de edad. Desde entonces, aportó periódicamente con sus ensayos sobre nuestro castellano, el quichua, los neologismos y más problemas de la lengua, que aparecieron en las Memorias de la entidad.

Más allá de las facetas de gramático, diplomático y hombre público, en un discreto segundo plano estaba su producción poética, la más honda e intensa de la lírica cuencana del siglo XIX. Uno de sus aportes más significativos fue el libro LOS SÁBADOS DE MAYO, escrito con Miguel Moreno, pues deja ver claramente dos tendencias del romanticismo ecuatoriano: la de Vázquez profundamente sentimental, pero de gran refinamiento en la forma, llegando al uso del castellano antiguo, con gran soltura, en poemas como MORENICA DEL ROSARIO, y la de Moreno, figura clave del romántico provinciano, apegado al costumbrismo, a la pintura local, a la directa dolorosa expresión de sentimientos.

Luego de una vida activa, en la que, sobre todo defendió los derechos del Ecuador frente al Perú, en el secular problema limítrofe, le esperaban al gran intelectual horas amargas en el seno familiar, como la dolorosa pérdida de sus dos hijos, que ensombreció definitivamente sus últimos años. (O)