Elecciones en Bolivia

Gerardo Maldonado Zeas

OPINIÓN|

Aunque Luis Arce no es ni de lejos parecido a Evo, el MAS retomó el poder en Bolivia en la primera vuelta, como consecuencia de la dispersión de la oposición que dividió a los electores, entre Carlos Meza y Luis Fernando Camacho que antes fungía como presidente del comité cívico de Santa Cruz, un grupo orientado a buscar a toda costa la separación de esta esta región oriental, de la unidad boliviana.

Arce, economista graduado en la Universidad inglesa de Warwick, fue el gestor de los logros en materia económica en Bolivia, cuyo crecimiento del PIB de los últimos 5 años siempre estuvo bordeando el 4 % anual. Mientras el país crecía, en cambio Evo Morales tenía la ofuscación, como todos sus amigos del Foro de Sao Paulo, de quedarse en el poder eternamente, y por eso, cometió una cadena de irregularidades las que terminaron con el descubrimiento notorio de un fraude electoral hace un año, produciendo el abandono del poder.

 En la presidencia interina de la señora Jeanine Añez, se ofreció convocar a elecciones de manera inmediata, pero en el camino se generaron problemas de toda índole, cayendo Añez en los delirios de poder, con varios actos de corrupción y tráfico de influencias que terminaron exacerbando la paciencia del pueblo boliviano, y por supuesto de los seguidores de MAS, que más bien entendieron la necesidad de mantenerse orgánicos hasta las elecciones del domingo pasado.

Quedan claras varias cosas: Arce ha puesto distancias con EVO, al momento a buen recaudo con los Fernández en Argentina, quien además no podrá regresar a Bolivia por varias deudas pendientes con la justicia. El espaldarazo a Arce, de parte de los seguidores del MAS, es consecuencia de una fuerte militancia formada al menos en los 15 últimos años, y una oposición dispersa, situación gravísima cuando se pretende cambiar de estilo en un gobierno. El lunes pasado se le vio a Camacho llorar mientras se exponían los resultados. Seguramente él “pensaba” que podía ganar, lo cual demuestra estar más perdido que “gaviota” en Bolivia. (O)