El populismo

OPINIÓN  |

Esta gravísima enfermedad que puede atacar a una sociedad se caracteriza, primero, por la presencia de un líder o de un movimiento político que aspira a llegar al poder, así haya que pactar con el diablo para conseguirlo. Para tal fin, no importa lo que tenga que ofrecer en campaña o la manera como se adorne su discurso electoralista, con tal de que guste a las masas y se obtenga su apoyo. El líder o la cúpula populista siempre se preocupan de consolidar su figura “mesiánica”, es decir, una figura que, como el Moisés bíblico, puedan conducir al pueblo, al soberano, por rumbos de seguridad y de bienestar. El manejo del electorado, va calculado muy cuidadosamente, tras lograr que las figuras o la figura más sobresaliente del movimiento, siempre sea vista como la “única” capaz de obrar el milagro de salvar la patria. Para efectos locales y actuales, los Goebbels criollos, artífices del populismo correista, ya han diseñado aquello de que hay que “recuperar la Patria”, como cantaleta de campaña y como si la década bailada hubiera sido propiciada por un escuadrón de “marcianos”.

Cristina Fernández, en Argentina, ya fraguó el enjuiciamiento de agentes de inteligencia del gobierno de Macri, encargados de investigar sus negocios ilícitos, así como el desenrolamiento de los jueces encargados de los mismos procesos. Evo Morales, con el triunfo de su movimiento en las elecciones, no disimula su aspiración a volver a Bolivia, donde le esperan varias investigaciones judiciales y que bajo las nuevas condiciones políticas, estarán destinadas al manipuleo y la impunidad. El candidato correista Arauz, no se anda por las ramas y en más de una ocasión ha reiterado que si llega al poder, va a implementar la revisión de las sentencias que tiene tras las rejas o fugados a los miembros de su banda, que asolo las arcas fiscales del Ecuador durante la década bailada y que hoy, gracias a la desmemoria, el mesianismo y el galopante clientelismo, tienen influencia sobre un segmento significativo del electorado. Ojalá prime el buen sentido en los votantes y no tengamos que volver a tropezarnos, para lograr aprender. (O)