Retrato de un hombre de bien (II) 

Jorge Dávila Vázquez

Rincón de Cultura

Es magnífica la visión de la vida familiar que nos proporciona Ramón Navarro, en DESDE CERO, la biografía de Guillermo Vázquez, escrita por iniciativa de Rocío Vázquez;  la gran dosis de amor que ponía el personaje en sus relaciones con adultos, y con los que mejor se entendía: niños y jóvenes de su estirpe. Y también es objetivo y preciso el modo como aproxima al empresario, al incansable trabajador, hombre de negocios, que en todo tiempo estaba soñando con una nueva aventura laboral y productiva.

Es interesante el estilo simple, coloquial, con que el biógrafo se aproxima al biografiado, en esa especie de revisión de gustos cotidianos,  platos que prefería, derroche de afecto en la intimidad hogareña y gusto que experimentaba al compartir con parientes, amigos, colaboradores y personas con las que establecía nexos de distinta naturaleza, desde la profunda amistad hasta la cortesía política, de la ternura paternal a las relaciones puramente de negocios, del trato humanísimo a  los empleados y trabajadores, a la solidaridad extrema con quienes se acercaban a pedirle ayuda. Sorprende cómo Navarro percibe y transmite la infinita capacidad de apreciar a la gente en sus valores y también detectar sus falencias, a veces susceptibles de enmienda y, en ocasiones, de ruptura definitiva. Es casi siempre cordial la manera en que trata a los subordinados, la confianza que busca se dé entre jefe y subalternos, desde los ejecutivos hasta los colaboradores más humildes o eventuales.

Cuando Ramón Navarro comparte la admiración de la gente que conoció a Guillermo Vázquez, por la sencillez de su comportamiento, he recordado las veces que nos encontramos y la afabilidad de ese saludo de amigos con él y con Chiqui, y aún más, la ocasión en que le pedí un favor institucional, y él me dijo con una impresionante afabilidad: “Lo hago porque Ud. me pide”. Era el préstamo de obras de arte únicas, hecho como si se tratara de algo insignificante. En realidad, un gesto para la eternidad.

La lectura del libro evoca esa desenvoltura suya ante los problemas, incluso los mayores, esa naturalidad para resolverlo todo, sin arredrarse ante nada ni nadie. ¡Que en paz descanse este hombre de bien! Nunca es tarde para desearlo. (O)