Una crisis silenciosa

Hernán Abad Rodas

A pesar de que hoy el planeta alimenta a más seres humanos que antes, el hambre y la desnutrición infantil continúan siendo los mayores flagelos en el mundo actual.

Según el programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, PMA, este año se estima que debido a la pandemia del SARS-COv-2, y al aumento de los precios de los alimentos a nivel global, 100 millones de personas más, sufrirán de hambre y pobreza, alcanzando la cifra récord de1.020 millones de seres humanos que pasan hambre a diario.

Esta crisis que para muchos es silenciosa, afecta a uno de cada seis individuos en el mundo. El hambre y la desnutrición matan a más personas que el VIH-Sida, la malaria y la tuberculosis juntas.

El PMA, manifiesta: América Latina y el Caribe no son la excepción; ya que a pesar de que la región en conjunto, produce alimentos suficientes para alimentar a toda su población, todavía más de nueve millones de seres humanos se acuestan cada noche con hambre.

Aproximadamente cada minuto y medio, un niño muere en algún lugar de América Latina. Esta realidad silenciosa, no es aceptable; el hambre y la muerte de un solo ser humano por su causa, representa el fracaso de toda la sociedad en su conjunto. No podemos ser indiferentes frente a este problema.

A los millones de hombres, mujeres y niños que viven cobijados bajo el manto del populismo, el hambre y la miseria, les digo: la pobreza da valor a la nobleza del espíritu, mientras que la excesiva riqueza descubre su mal. Las penas dulcifican los sentimientos y la alegría cura los corazones heridos. Allí donde la pena y la pobreza no existen, muchas veces el espíritu del hombre, sólo es una tabla vacía, sin otra inscripción que los signos del egoísmo y de la codicia.

Un porcentaje nada despreciable de aventureros políticos e ilustres desconocidos, están demasiados ocupados en amasar sus fortunas, que en preocuparse en buscar el conocimiento de la justicia.

Con honradas excepciones, los gobernantes y políticos de diversa ideología, están tan atareados en conquistar el poder, o en mantenerse en él, que no pueden permanecer en el camino recto de la verdad, la paz y la justicia.

La pobreza, que hace tan “desgraciados” a millones de seres humanos, es precisamente la que revela el conocimiento de la justicia, y la comprensión de la vida. (O)