Espejos

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Pues bien, el debate político ha comenzado y cada partido o movimiento se ha dado a la ingrata tarea de promocionar sus candidatos, comunicar sus propuestas y buscarle escándalos y agujeros a los candidatos de los demás. Un intento de debate que casi siempre termina en eso: en intento, pues bien sabemos que la verdadera batalla ideológica en el Ecuador (liberales vs ultramontanos) se libró y extinguió en el siglo pasado. Hoy, por el contrario, somos todos intrusos. Asistentes a un espectáculo donde los discursos, en el fondo, ya no son tan distintos. ¿Lo duda? Pues le invito a comparar el discurso de la derecha (el autoritario y excluyente sálvese quien pueda que abre un abismo entre las clases sociales) y el discurso de la izquierda (ultranacionalismo que invita a la lucha de clases y – adivine qué – también es autoritario).

¿La diferencia entre unos y otros? Pues más allá del odio que se profesan, es bastante difuso. Sino recuerde a ultra conservador Franco de la España de mediados de siglo y el súper comunista Stalin que dirigía la URSS al otro lado del continente ¿Eran en verdad tan diferentes? ¿Pinochet y Sandino lo eran? ¿Correa y Febres – Cordero? En fin. Incluso a nivel de nuestra política doméstica. La izquierda, culpando de todos los males al estado centralista, la corrupción de los mercados y los salarios de hambre de los capitalistas; y la derecha, culpando al mismo estado centralista, la corrupción de aparato público, y los impuestos al libre comercio que obligan al capitalista a pagar esos salarios de hambre en los que coinciden con la izquierda. No se Usted, pero a mí me parece que dicen lo mismo…

¿Qué hacer entonces? Pues, para empezar, debemos madurar y educarnos como sociedad. Volvernos más críticos. Cambiar las tarimas y los memes por los foros y las propuestas. Comprender los nuevos desafíos que plantean la ecología y la descentralización. Reconstruir la democracia y el debate saludable que rescatar lo mejor de cada tendencia. Y, sobre todo, olvidar esta política vacía y demasiado parecida a una campaña publicitaria, para reemplazarla por una política de debate, propuestas y soluciones… (O)