Ecos de una feria

Eliécer Cárdenas E.

De manera virtual, hace pocos días se llevó a cabo una nueva edición de la Feria Internacional del Libro Quito, en donde quizá uno de los actos de mayor repercusión para las letras ecuatorianas en la actualidad, fue la presentación del libro “Discípulos y Maestros” del escritor y crítico ecuatoriano, Wilfrido Corral, quien deploró en el acto de presentación, lo que llamó el predominio de la “Novela Selfi”, es decir una narrativa con la mirada puesta en el ombligo del autor o autora, lo cual deja de lado la riqueza de una historia contada no exclusivamente desde puntos de vista extremadamente narcisistas, sino con visiones plurales que vayan más allá de aquellas “biografías ficcionales” llevadas al extremo, según la crítica de Corral.

Por supuesto que, en la literatura ecuatoriana actual, existen autores que se apartan de este solipsismo narrativo, justamente cuestionado por Wilfrido Corral en su reciente obra, pero las preferencias de ciertos criterios, direccionan evidentemente su favor hacia aquel tipo de narrativa, en desmedro de otros procedimientos, quizá por parecerles “anticuados”.

Esta impresión se ratifica en otra presentación que tuvo lugar en el marco de la citada Feria, es decir “Antología de relatos ecuatorianos actuales, Ecuador en corto”, editado por Carlos Ferrer, escritor y crítico español que vivió algunos años en nuestro país, y que ahora, en un esfuerzo digno de encomio de parte de los ecuatorianos, realizó la publicación de la obra en la Universidad de Zaragoza, España, con proyección hacia ese país y los Estados Unidos, principalmente. Esta presentación fue empañada por un comentarista mexicano radicado en España, quien ejerció una crítica, si puede llamarse así, de los antologados en la obra, basada en criterios de generación, menospreciando a los escritores de mayor edad, calificándolos de “pintorescos” porque, según él narran historias, en lugar de los consabidos narcisismos narrativos de la “Novela Selfi” a la que aludía Wilfrido Corral. En una época en la que por todos lados se pregona la inclusión, resulta curioso que en el campo literario más bien se practique lo contrario, por lo general y con las debidas y honrosas excepciones, es decir arrinconar a los autores de más edad, y en cambio postular con bombos y platillos a verdaderos “alevines” en un oficio que requiere seriedad, esfuerzo, sacrificio y trayectoria. (O)