Tiempo de adviento y sencillez 

Edgar Pesántez Torres

La mayor celebración para quienes nos asentamos en los principios cristianos está por llegar: la evocación de la venida de Jesús, que va más allá de un simple nacimiento biológico al afianzamiento del renacer permanente de los elementos espirituales que adecentan nuestros cuerpos. Es una época para revivir la esencia de la niñez, escondido en algún lugar del alma y del corazón, penosamente sustituido por denegaciones orgiásticas.

Todos los años esta conmemoración estuvo matizada por fenómenos desfavorables, sean de carácter natural u ocasionados por el hombre, pero éste ha sido el peor de los últimos tiempos, el más crítico; un año al que bien se le puede calificar de apocalíptico. A los males enraizados de la política corrupta, de los ladrones de oficio, de la economía en soletas… se sumó la pandemia del Coronavirus -fortuito o deliberado-, que deja en un nivel terrible de incertidumbre sobre la profundidad y la reversibilidad de la crisis mundial.

Con este panorama el sentido de la Navidad debe retornar a sus orígenes de sencillez, virtud que nos enseñó el Nazareno al nacer, vivir y morir. Esa sencillez que reduce la diferencia entre lo que tengo y lo que me falta, demostrando la lógica de la verdadera economía: trabajar, ganar, ahorrar, invertir, compartir los sacrificios y la prosperidad para mejorar la calidad de vida para todos, independientemente de las diferencias. La sencillez es la renunciación al sobrante de lo que se tiene y a vivir con las limitaciones de los infortunados.

El Adviento es la celebración de la vida y el amor, no del odio y menos de la muerte. Hay que ensalzar la vida humana, de aquel Hombre que encarnó al ser humano a su imagen y semejanza, de ese Jesús histórico que inauguró el ideal del utopismo, utopía de igualdad, amor y perdón. El Redentor que fue abandonado por el Padre e inmolado en el Gólgota, identificándose así con todos los infelices y huérfanos de este mundo. Aquel que inauguró la esperanza del hombre por la vida, la justicia, la vedad, el amor, la felicidad y la sabiduría.

Que la plaga del Coronavirus, la fe en la vida y la enseñanza de la sencillez nos ofrezcan una ocasión inmejorable para cambiar nuestra desquiciada forma de vida. Desde esta columna vaya un sencillo saludo a los solícitos lectores. (O)