Navidad, fiesta de paz

Hernán Abad Rodas

Diciembre, mes de luces y villancicos, donde el nacimiento de Jesús y el mensaje de sus palabras pesa y exige reflexión, llega al corazón de nuestras vidas y abrazan sus misterios.

En estos días, algunas veces me he puesto a pensar sobre el hecho de si Jesús era un pensamiento sin cuerpo vibrando en la razón – pensamiento que frecuenta la intuición del ser humano – o una criatura de carne y hueso como nosotros. Otras veces me he dicho que no era más que un sueño de un dormir más profundo, y una aurora más serena que todas las auroras.

En verdad, Jesús el Nazareno era un milagro producido en Judea. Y ni el paso del tiempo con todos los días, los años y los siglos, no podrán borrar su recuerdo de nuestras almas.

Los que le conocieron manifiestan que en la noche era una como una montaña ardiendo; más al pie de los collados el calor era tibio y suave. En la atmósfera era una tempestad y, sin embargo, se movía flotando dulcemente sobre la neblina del amanecer.

Las escrituras proclaman que Jesús era un torrente que descendía desde las alturas para devastar y destruir los obstáculos; al mismo tiempo era ingenuo como la sonrisa de un niño.

Desde mi infancia, para mí Jesús, era como una primavera para mis sueños; llenó de alegría mi corazón infantil, en tanto yo crecía como la violeta, deslumbrada y avergonzada ante la luz de su advenimiento. Y, hoy todos los cambios de las estaciones no pueden borrar la belleza de mi mundo cuando recuerdo al maestro.

Navidad, fiesta de paz, es de los poetas, de los cantores, de las almas, del deseo, y de la nostalgia, es una esperanza que abre nuestros ojos a la majestad del infinito, mientras que el día, es una presunción que nos transforma en ciegos en un mundo de cantidades y medidas.

Noche de Navidad, bajo tus sombras vagan las almas de los poetas, con tus pasos despiertas el corazón de los profetas, y toma forma la sabiduría de los pensadores.

Es navidad, en mi alma siento que hay estrellas luminosas, que la pasión esparce al anochecer, y en mi corazón hay una luna que ilumina la procesión de mis sueños.

Noche de Navidad, quisiera ser como tú, aunque el atardecer no me corone con sus nubes doradas, pero sé que mi mañana sólo llegará cuando mi tiempo haya terminado. (O)