Buen y mal año

Bueno y malo son conceptos que se aplican a objetos y acontecimientos que generan satisfacción y utilidad o molestia y perjuicio. Los criterios para su uso dependen de muchos factores como las personas y sus aspiraciones, las circunstancias y condiciones. Al finalizar un año es generalizada la tendencia a calificarlo de bueno o malo sin que se pueda hablar de una opinión generalizada. La vida humana está sujeta a múltiples visiones de la realidad y aspiraciones, si bien hay realizaciones, como avances positivos en medicina que se consideran beneficiosos para todas las personas en cuanto mejoran las condiciones de vida, aunque la difusión de su uso tenga desigualdades.

Al terminar el 2020 la tendencia para calificar este año como malo es generalizada ya que la pandemia del COVID-19 afectó negativamente a todos los habitantes del planeta, al margen de religión, raza, ideología o nivel económico. Este daño no hizo excepciones. Más allá del factor salud, los trastornos en el ordenamiento social y económico han sido dañinos y hay un muy número listado de daños que, de una manera u otra, golpean a todos desde los industriales cuya producción ha tenido menos demanda, hasta a quienes viven al día en tareas informales por medidas de distanciamiento social que han coartado sus humildes trabajos.

Por dañino que sea un evento –incluidas las guerras que son la peores- hay limitados grupos que, se benefician lo que, aunque suene a contradictorio, les lleva a calificar el evento o la época como buenos. En el caso que comentamos, comenzando por lo prosaico, los productores vendedores de mascarillas se han beneficiado por la gigantesca demanda de este producto por la obligación de su uso. Se habla, sin comprobación plena, del aprovechamiento de algunos centros de salud. Pero hay beneficios reales para todos como el mejoramiento en manejo de informática y la intensificación de la solidaridad que algunos se han sentido “obligados” a practicarla.