La codicia

Josefina Cordero Espinosa

El destino de los hombres está regido por los astros, según los astrónomos, ¿cuál de ellos rigió el nacimiento de los codiciosos, de aquellos que, con apetito insaciable de riqueza, la acumulan aprisionando lo que consideran valioso, siendo ellos mismo cautivos de esta desenfrenada pasión?; dicen que su astro rector está hecho de diamante y que lo han descubierto últimamente.

Dejemos a un lado a los astros. Estoy segura que en la codicia se encuentran casi todos los pecados capitales: por la avaricia se produce el acaparamiento de bienes y riquezas; por la soberbia el acumulamiento de honores y gloria; la gula explica la ansiedad de retener recursos; la ira está en el furor irrespetuoso para la apropiación de cosas; la lujuria recolecta placeres sexuales sin importar el precio y la envidia está proyectada en el afán de provocarla en los demás y también en la ansiedad de tener lo que no posee.

La pereza es quizá el pecado que no forma parte de la codicia, porque ella es muy diligente.

Mahoma afirma: “No hay credulidad tan ansiosa y ciega como la credulidad de la codicia, que es, en su medida universal, la miseria moral y la indigencia intelectual de la humanidad” (O)