Una minería responsable

Roberto Vivar Reinoso

Oro, plata y cobre se utilizan desde el período Neolítico (siglo quinto antes de Cristo); los dos primeros preferentemente como metales preciosos de valor monetario, mientras el tercero junto al hierro y otras aleaciones químicas perfeccionaron la metalurgia (edad media), vital para la revolución industrial que arranca en la Inglaterra de 1730, y persiste cada vez más sofisticada a través de la moderna “economía del conocimiento”.

Ecuador posee los tres elementos mencionados. En el proyecto “Mirador” hay 11 millones de toneladas de cobre; “Fruta del Norte” brinda 4,9 millones de onzas de oro y 6,8 millones de plata; “Loma Larga”: 1,4 millones de onzas de oro, 1,7 millones de onzas de plata, 21.000 toneladas de cobre; “Río Blanco” con 4,3 millones de onzas de plata y 605.000 de oro; “Cascabel” que guarda el mayor depósito mundial de plata (28 millones de onzas), tercero en oro (23 millones de onzas), sexto en cobre (10,9 millones de toneladas). La inversión total mayoritariamente extranjera alcanzaría 32.000 millones de dólares, y no es “golondrina” porque su recuperación conlleva muchos riesgos y es a largo plazo.

Los ecuatorianos somos capaces de realizar minería responsable a gran escala, desvirtuando la creencia sobre la incompatibilidad entre agua y extractivismo. Igual que innumerables pueblos del mundo. Por eso ellos aprovechan las riquezas del subsuelo, para comercializarlas a quienes somos mendigos sentados en bases doradas. Porque sin los metales volveríamos a la época de las cavernas.

Además de las consideraciones técnicas, económicas, sociales, existen aquellas legales que nulitan los efectos de consultas regionales sobre temas estratégicos nacionales, ampliamente estudiados y debatidos. Ya sucedió con la de Girón que sólo retrasa la planificación trazada al efecto. (O)