Pequeñas historias (II)

Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

Amigos: comparto con Uds. la experiencia magnífica de mi primer artículo de esta serie: innumerables visitas a mis perfiles de Facebook, en donde está el texto, y comentarios muy valiosos y llenos de gracia, sobre lo que alguien, con tanta poesía, ha reconocido: “es que los mestizos llevamos el quechua, quichua, kichwa, en el alma”.

Como ninguno de nosotros llegó en huevo desde España, la condición de mestizaje, que tanto parece disgustar a algunos, es cada vez más parte de nuestra conciencia socio-histórica.

Esta segunda entrega se enriquece de los aportes que me han llegado.

Empezamos por huahua y huambra, que se usan cotidianamente para señalar a niños y jóvenes. Mishqui es dulce; se aplicaba a ciertos líquidos que tenían ese gusto, como al pulque, y luego a las bebidas alcohólicas, sobre todo al trago de caña. Los gatos siguen siendo mishis; según la tradición, no son tan fieles y leales como los perros, por ejemplo, y se van, se vuelven challis (ingratos, infieles). Al caminar en el jardín o el huerto, uno puede tropezar con un terrón: una chamba. Nombre que, curiosamente, sirvió y sirve para denominar al trabajo eventual. Y, de pronto, en una rama de guantug o floripondio puede ver un ave de color amarillo y negro, un chugo, o un quinde multicolor, un colibrí, naturalmente.

Al volver a la casa, a lo mejor se le antoja un poco de machca (máchica) con leche, y prueba un chapo (mezcla), y ve cómo están preparando una ensalada caliente de nabos, una jaucha (en otra época condimentada con la deliciosa y pesada manteca negra o mapa huira), y un locro de papas con cuchi cara (cuero de cerdo), un término tan familiar que se lo sigue usando en vez de sopa. Probará el mote de maíz zhima, ese grano aperlado. Y tomará un poquito de agua de ñahuis (cogollos) de alguna hierba para la indigestión, si se anima a probar de todo. Como las gallinas estarán intentando entrar en la cocina, la dueña les ordenará, todavía en tono coloquial: ¡quisha!, o sea ¡fuera, largo!

Si se lastimó en una mano, deje que la herida se seque y no toque la caracha (¿quién será el culto que diga, la “costra”?) que se ha de formar. Y tampoco intente arrancar esa pequeña protuberancia, es una misha o verruga, y tiene que extraerla un médico. (O)