Carnaval y costumbres

No se trata de una fiesta universal, hay países en los que estas celebraciones pasan desapercibidas. En los que se celebran las costumbres varían. De todas maneras, siguiendo en alguna forma las fiestas saturnales del Imperio Romano, se pretende hacer un paréntesis al orden establecido y permitir pautas de comportamiento ajenas a la vida cotidiana. Es indispensable que haya un ordenamiento para la conducta colectiva organizado mediante leyes y costumbres en las que la fuerza de la repetición y el uso cobran más fuerza que las normas jurídicas vigentes. Sin que haya desorden total, se pretende hacer un paréntesis de tolerancia.

El disfraz es muy frecuente en estas celebraciones, llegando en algunas ciudades como Río de Janeiro y Venecia a renombre mundial. Al modificar la apariencia física de vestimenta, de alguna manera se pretende evadirse de la realidad en la que se desarrolla la vida y “liberarse” del orden cotidiano. Por unas horas ser otro conlleva un sentido transitorio de independencia. En las ciudades que se mencionaron, estas prácticas se han institucionalizado y mediante la organización popular se llevan a cabo desfiles para satisfacción del público que los mira, que también puede usar por lo menos una máscara. Las manifestaciones de creatividad colectiva son excepcionales.

En nuestra ciudad, hasta hace poco tiempo, se caracterizaba el carnaval por la permisión de arrojar agua a los otros. Este “derecho” transitorio era universal al margen de condiciones sociales y económicas de los que lo practicaban. En los lugares públicos, cualquier persona podía hacerlo contra quien sea, sin que se justifique el resentimiento por “agresión”. Romper esta secuencia de normas con tolerancia plena era una práctica aceptada por todos. Pocas personas a las que les molestaba en extremo ser mojadas, debían recluirse en sus viviendas. La aceptación a todos los integrantes de la sociedad, conllevaba un sentido de tolerancia global.