Tributo a la mortalidad

Hernán Abad Rodas

En mi criterio, ser feliz, consiste, en aquella forma de vida que desarrolla cada ser humano, en la que despliega su personalidad hecha, firme, con sello propio, con la que se siente identificado, a gusto, satisfecho, tranquilo y en paz interior.

En términos generales, la filosofía entiende que la felicidad es el supremo bien o el bien objetivo al que tiene derecho el ser humano como ser racional.  La presencia de la pandemia cambió la forma de vida del ser humano en el planeta. Lo que al principio se creyó una peste de semanas o meses, se volvió, en todo sentido, un problema mayor. Los millones de seres humanos contagiados, las muertes, la fragilidad de los sistemas de salud públicos, inclusive en aquellos países considerados como potencias, muestran lo vulnerable de nuestra especie.

Ante la pandemia del Sars-Cov-2, impongamos serenidad a nuestro espíritu y paguemos sin tregua el tributo a la mortalidad; lo único que podemos hacer es cobrar valor a fin de soportar con fortaleza lo acontecimientos fortuitos y ponernos de acuerdo con la naturaleza.

El campesino, el hacendado, el ejecutivo, el gobernante viven bajo la sombra de la muerte, junto al ganador del premio Nóbel, el mendigo, la madre, el niño, el adolescente, el anciano etc. La muerte no perdona a nadie, considero que es lo único DEMOCRÁTICO que existe en este convulsionado mundo.

Frente a la realidad de la muerte, la gente reacciona de diferente forma, algunos escogen el humor, de alguna manera una broma al respecto mantiene a la muerte a cierta distancia; pues para muchos un relato cómico ayuda a camuflar el dolor que rodea a la misma. Hace años, observé escrito en una pared: “No tomes la vida tan en serio; de cualquier forma, no saldrás de ella vivo”.

Como médico diariamente me enfrento a la muerte, y cuando ha estado a punto de vencerme, le canto estrofas dulces, pública o secretamente, y ella se aleja, porque a pesar de ser dura, amo la vida, aunque sé que tarde o temprano tendré un encuentro final con ella.

Con vientos suaves y olas tranquilas se puede observar la verdadera condición de la vida humana; disfrutando de lo sencillo y hablando poco se puede reconocer la verdadera raíz del corazón. (O)