Aniversario

Catalina Sojos

OPINIÓN | Un año ha transcurrido desde que se nos tapó la sonrisa con un infame pedazo de tela; trescientos sesenta y cinco días en los que, cada minuto, significó un aprendizaje y, puesto que estamos diseñados para sobrevivir, es urgente hacer una evaluación sobre la pandemia y sus lecciones. Inútil recalcar en los horrores de la violencia evidenciada en todas sus manifestaciones, inútil hablar de la muerte diseminada por el planeta, en su lugar intentaremos hacer un acercamiento a ciertos beneficios que hemos debido aceptar como parte del proceso de sobrevivir. La higiene, la educación en casa, que obliga a los padres a estudiar junto a sus hijos, la discriminación del tiempo gastado en las redes (en ciertos casos) la explosiva apertura en la cultura global sin trabas de ninguna clase y el regreso a la naturaleza. Así, con el extrañamiento del abrazo, hemos privilegiado al amor, con la hipermirada de lo global volvimos al hogar. Sin lugar a dudas, estas reflexiones están direccionadas a una evaluación parcializada a intentar resaltar lo bueno aprendido, y una vez más reconocer “el olvidado asombro de estar vivos” Sin lugar a dudas la nueva normalidad, como definen los expertos está muy lejos, todavía; sin embargo, este año transcurrido ha dejado una huella imborrable en cada uno de nosotros. “Después de un año bajo la tierra/ igual que sobreviviente que vuelve de la guerra”. (O)