Memorias para un ensayo

Edgar Pesántez Torres

El Bicentenario de la Independencia de Cuenca se vio ensombrecido por una realidad adversa mundial de salud que diezmó la vida de miles de personas, además por la desidia de algunas autoridades. A pesar de ello, no se detuvieron los homenajes culturales, entre los que deben destacarse importantes publicaciones que dan cuenta de la historia, la cultura, el arte, la academia, el deporte… de la ciudad y la provincia.

Una obra magnánima fue ofertada al público por los herederos de don Antonio Lloret Bastidas, que lleva el título de Ensayos para la Memoria y que bien serviría a los letrados y críticos para hacer un ensayo sobre el autor, honra y pres de la Santa Ana de los Ríos de Cuenca. Fue un ilustre ciudadano que tomó el pulso de su querencia al ir participando los aspectos relevantes que definen histórica y culturalmente a Cuenca y que en su momento fueron clave para la toma de decisiones de los mandos y también para la identificación de los cuencanos.

Con una edición magnificente, el libro se posesiona con la presentación delineada escrupulosamente por su hijo Eugenio y el prólogo del ex rector de la Universidad de Cuenca, doctor Mario Jaramillo Paredes, quien da la entrada experta de la obra, orientándonos al disfrute de su lectura.

Sus hijos, como homenaje al centenario de nacimiento del Cronista Vitalicio de la Cuenca y del Bicentenario de la Independencia, entregaron a la ciudad y al país el libro titulado Ensayos, en consideración a las biografías de prohombres de la patria y la ciudad como Juan Montalvo, fray Vicente Solano, José Peralta, Honorato Vásquez, Roberto Andrade, Manuel J. Calle, José María Vásquez de Noboa, que los narra con hondura, madurez y emotividad peculiares.

El poeta, historiador, cronista, maestro, periodista y mejor ciudadano, don Antonio Lloret Bastidas, estructura estos ensayos de manera condensada y en poco espacio, pero con una meditación honda sobre los personajes y sus circunstancias, seleccionando asuntos nuevos para el enfoque personal, en donde esparce ágilmente su subjetividad con un lenguaje rigurosamente castizo.

Consigno mi agradecimiento a Isabelita, una de sus descendientes, quien tuvo la generosidad de entregarme la obra que me permito invitar a los buenos lectores a degustar de estos Ensayos. Antes de terminar, mi recuerdo nostálgico de don Antuco, quien me brindó su amistad y me aconsejó y enseñó muchas cosas con su excepcional memoria de evocación. (O)