Silencio electoral

José Chalco Salgado josechalcosalgado@gmail.com  

El silencio también es bueno. Por ejemplo, conservar las palabras y ser dueño de aquellas eternamente, sin haberlas dicho, es una ventaja de valor inconmensurable.

Es sinónimo de tolerancia, madurez e inteligencia. Decir todo, todos pueden hacerlo. Hablar por hablar, cualquiera puede hacerlo. Ser inoportuno y poco cauto, muchos pueden serlo. Escribir cualquier mentira o engaño -basta con mirarlo- todos pueden hacerlo. La diferencia está en si se debe (debí) realizarlo.

También hay voces urgentes e íntegras que su deber es -al contrario- no guardar silencio. Dicen que al aire van las palabras, sí, pero también pueden ir a la mente y corazón de buenos y selectos destinatarios, como aquellos que comprenden del valor de las ideas, los argumentos y lo sustancial o fundamental de la plenitud de la vida. El otro día compartí con un virtuoso amigo sacerdote de talla en su palabra, cuya reflexión proviene después de mucho tiempo en estudio, análisis, don, fe y seguro silencio; claro, escucharle en sus conceptos sobre el sentido de la existencia, las parábolas y enseñanza en valores, se convierte en único e indescriptible sustento para la vida. Insuperable. Ahí entonces, bienvenida la palabra de aquel y a la vez el silencio, sí, el silencio de quienes lo escuchamos y aprendemos.

Silencio ante la venenosa fórmula del ataque y revanchismo, también. Las batallas se eligen y se enfrentan de acuerdo a la conciencia y sentido para hacerlo, pues de nada sirve embarcarse en un refugio de sinsentidos. ¿Para qué explicar o hablar en donde uno no es escuchado o en aquel espacio en donde la verdad absoluta unos cuantos creen haber fundado?

A propósito, quedarse solo en silencio puede ser violencia psicológica; pero per sé, el silencio no es malo. Hay placeres que se viven íntegramente en el silencio, como escuchar las obras maestras de Schubert y Mozart, o el acordeón de mi padre; interiorizar la voz de mi madre y la dulce compañía de Eva María, Edú y Joaquín. Es decir, el silencio es magia. Y cuando hay silencio electoral, puedo decir, hay esperanza para el país. (O)