El maestro

“Nadie nace sabiendo”. En el ser humano, el instinto no agota la capacidad para organizar las vidas como ocurre en las demás especies. Nuestras vidas requieren incorporarnos a las culturas, creadas y organizar nuestra creatividad y futuro. La vida es un proceso de aprendizaje, más intenso en la infancia, ya que al nacer somos los más desprotegidos de los animales y los entornos culturales siempre cambian. Los primeros profesores son los padres. El aprendizaje no tiene límites, pues la realidad humana no es estática. Si nos hacemos en el tiempo, hay que aprender lo que han hechos los que nos antecedieron y lo que trataremos de hacer.

La importancia del aprendizaje ha hecho que el proceso se organice y en lugar de ser privilegio de pocos se convierta en un derecho que los Estados deben asumir para que llegue a todos. El profesorado es una profesión que requiere formación y los Estado dedican importantes porcentajes de sus recursos ya que es un instrumento fundamental para el desarrollo. Además de formación académica, el ejercicio del profesorado requiere vocación para ejercitarlo en todos los niveles. Suele compararse a los maestros con los sucesores de los padres ya que, además de incorporar conocimientos deben contribuir a un conformador de las personalidades. Enseñar, en términos cabales es formar.

En nuestro país, en homenaje a Juan Montalvo que nació en esta fecha en 1832, se ha establecido que sea el día del maestro. Es evidente la contribución de la formación que reciben los profesores, pero, al revisar nuestras existencias, encontramos que algunos dejaron mejor huella que otros, no sólo por su formación sino por el calor humano que incorporaron a este proceso. Si en la elección de profesión es prioritario la rentabilidad económica, ser maestro es poco atractivo, pero si pesa la compensación psicológica de su ejercicio es muy atractiva. Para nuestro desarrollo, es fundamental el factor afectico; amor y ser maestro cumple a plenitud este anhelo.