“El tren que perdió el tren”

Tito Astudillo y A.

Así tituló, Manuel María Muñoz Cueva, una reflexión sobre la llegada del ferrocarril a Cuenca en 1965, para ironizar los 50 años que se tardó en construir la vía férrea, 145 km, a nuestra ciudad y que llegó cuando el transporte terrestre, bien o mal, ya conectaba las ciudades interandinas que fue lo que se aspiraba con el tren Sibambe Cuenca.

El deslave de la Josefina, en  enero de 1990, puso fuera de servicio el ferrocarril austral, más concretamente la indiferencia de las autoridades para exigir su recuperación y puesta en valor, pero quedó en el imaginario regional el recuerdo del tren y el sueño de su recuperación con fines turísticos, al menos, en el tramo Cuenca Tambo que ofrece paisajes urbanos y rurales de ilusión; el valle de Challuabamba y orillas del río Cuenca; Azogues, el Burgay, Santuario de la Virgen de la Nube y el Abuga; Biblián, el Santuario de la Virgen del Rocío tallado en el  Zhalao y el túnel a Mosquera; Inganilla, el Buerán, Ventanas y la microcuenca del rio San Pedro con Ingapirca al fondo del paisaje; Las ruinas de Coyoctor  y el Tambo con su vieja estación. Esta ruta recorríamos en autoferro que salía a las  cuatro de la mañana de Gapal, amanecía en San Pedro; de ahí caminábamos a Ingapirca y en el centro parroquial, saludábamos al Padre Castillo en el convento,  luego a las ruinas. De regreso, a las cuatro de la tarde, en San Pedro, abordábamos el tren Sibambe Cuenca, itinerario que cumplí muchísimas veces. Recordaré tres; acompañando al “Chugo Muñoz” al complejo arqueológico, en Extensión Universitaria y, con la Sociedad de Historia de la Medicina.

Estos recuerdos, a propósito de la lectura, en las redes sociales, de un incendio reciente que terminó con parte de lo que aún quedaba de la Estación de  Gapal, sitio que aspiramos los cuencanos se recupere y ahí, en un parque temático o museo de sitio, se recree la historia del “Tren que perdió el tren”, definitivamente.