Amenazas al gobierno

Espeluzna, por decir lo menos, las amenazas y presiones que el gobierno de Guillermo Lasso, recién posesionado, recibe de dirigentes políticos calculadores, extremistas, rencorosos étnicamente, que no ven sino los linderos e intereses de sus organizaciones políticas o gremiales.

Desentenderse de la dura realidad que vive el Ecuador. No considerar que urgen consensos para proponer un proyecto de país, o cuando menos plantear soluciones tangibles para enfrentar y superar esa realidad, o pretender hacerlo imponiendo agenda propia; o saberse y hacer creer que los problemas se solucionan de la noche a la mañana, significa tener poco seso político.

Por desgracia, esa ha sido la suerte del país en las últimas décadas. La oposición, tan necesaria en democracia, muchos la confunden con no dialogar, con oponerse a todo, con salir a las calles para confundir el real sentido de la protesta social con el vandalismo que puede durar meses; o, simplemente a exigir y a exigir.

Discrepar con las políticas del gobierno, oponerse a sus propuestas con argumentos sólidos; pero también a proponer proyectos realizables, que consideren sobre todo la nada favorable situación económica y social del Ecuador, son parte del ejercicio democrático. Estos deben ser los roles de quienes suelen tomar al pueblo como su bandera de lucha desde el, a veces, cómodo bando de la oposición.

Oír las amenazas de un exalcalde por el solo hecho de que no prosperó un acuerdo, mal visto desde su concepción, y, en consecuencia, no haber captado la dirección de la Asamblea Nacional.

Escuchar a una exasambleísta indígena decir que el gobierno de Lasso se puede caer; o a otro más radical y violento que, creyéndose quién sabe qué, convoca a una movilización sin señalar las causas o, a lo mucho conjeturas; u oír que otros arman escenarios mal intencionados y hasta oscuros, de verdad que llama la atención.

El gobierno tampoco necesita un camino de flores; pero sí acciones reveladoras de que todos los ecuatorianos, en medio de sus diferencias, aspiran un mejor país. No es mucho pedir.