Vacunometro

Aurelio Maldonado Aguilar

De pronto sonó mi celular. Dr tengo desde ayer tos fuerte y hoy siento ligera falta de olfato y aire. Pues venga a consulta y pronto, le contesté. Pronto, como fue la orden llegó y la pulsioximetria que mide el nivel de oxígeno en la sangre, estaba relativamente baja. Derivé el paciente al colega que está tratando COVID diariamente y el decidió, con buen criterio, ingresarlo para tratarlo y darle oxígeno. Transcurrió un día y el paciente no mejoraba a pesar de la buena y diligente receta. Las rx de pulmones mostraban agresivo y progresivo deterioro y la falta de oxígeno fue más profunda. Uci fue el siguiente paso con sedación, intubación y respiración mecánica. Horas luego una falla multisistémica terminó con la vida de mi paciente de apenas 40 años. Duró escasamente dos días luego de sus primeros síntomas y todo a pesar de diestro y prolijo cuidado. Hoy me gustaría que aquellos que no quieren vacunarse, sientan la impotencia ante un virus mortal y asesino, tal como lo sentimos nosotros.

El ecuatoriano es un personaje suigéneris y difícil. El gobierno ofreció, pudiendo cumplirlo, vacunar nueve millones de personas en los cien primeros días de gobierno y lo que fue un desorden monumental del gobierno de Lennín, logró manejar bien el aquelarre y hoy la vacunación es ordenada y ágil. Pero, cosa increíble, un ausentismo del 40 % pone en riesgo el ofrecimiento y la irracional conducta de la población, muchas veces imbuida por comentarios y criterios alejados de la realidad y creyéndose inmortales o que alguna virgen de su advocación que no sabe de virus, les salvará del contagio. Dejan, especialmente en las tardes, desiertos los puntos de vacunación masiva. Existen suficientes vacunas hoy, pero da la impresión de que los ciudadanos pensantes y responsables se terminaron. Pues bien, mi querido colega y amigo vicepresidente Alfredo Borrero. Continua con tu enorme esfuerzo y que la gente escuche tus ruegos para que asistan y talvez, convenga dejar las mañanas para seguir el cronograma trazado y bien concebido, mientras que, en la tarde, las vacunas sobrantes, sean usadas en personas de cualquier edad que se acerquen al punto de vacunación. Duterte presidente de Filipinas amenaza con cárcel al que no quiera vacunarse. Drástica medida, pero los reacios, que son dueños de su suerte y vida, claro está, no tienen derecho a poner en riesgo a sus parientes cercanos y a la población misma que si queremos vivir. (O)