¿Quién frena la delincuencia?

Francisco Chérrez Tamayo

Nuestro país se ha convertido hoy, en uno de los más peligrosos a nivel de Sudamérica; a diario las noticias hablan casi exclusivamente de las “guerras” entre bandas de traficantes y delincuentes, sin dejar de lado los robos, asaltos, homicidios, sicariatos, femicidios, violaciones, etc., que se cometen a plena luz del día. Es una rutina incautar toneladas de drogas, contrabando y más sustancias prohibidas, producto del complot de los gobiernos “sociolistos” con los narcos traficantes. Prácticamente todas las provincias se han visto afectadas por esta escalada delincuencial, la cual se ha incrementado tanto por la pandemia, como por la incontrolable migración, proveniente de hermanos países como Perú, Colombia y Venezuela. Nuestra Provincia, y sobre todo nuestra antes pacífica y franciscana Ciudad, siente también los embates despiadados e inmisericordes con los que avanza la delincuencia; sin piedad ni compasión alguna, se han segado vidas inocentes y prosperas, tiñendo de sangre las calles de nuestra antes sosegada urbe. Alguno de Uds. estimados lectores se imaginó hace muchos años atrás, ¿observarle actualmente a nuestra querida Cuenca en estas condiciones?, la verdad que NO!  Estamos conscientes que la policía cumple con su abnegado y riesgoso trabajo, pero lamentablemente las autoridades y algunos jueces corruptos, echan al traste esta labor, poniendo en libertad a las pocas horas a contumaces malhechores, con peligrosos antecedentes penales, y con historial de 6, 8 y hasta 10 detenciones anteriores. No hay duda que es hora de endurecer las penas, y cambiar las leyes. Lamentablemente a más de la ira y la impotencia que esto nos provoca, debemos invocar cordialmente a las autoridades nacionales y provinciales, para que, con el apoyo del ejército y la policía, se promulguen políticas públicas, que se lleven a la práctica en forma inmediata, con el fin de frenar este mal que nos acecha. Es hora de defender mancomunadamente a nuestra ciudad, y al país en general, para que no siga tiñéndose de sangre; capaz de recuperar la paz y la tranquilidad de tiempos pretéritos. (O)