La rigurosidad de la educación en línea

Karina Elizabeth López Pino

En el séptimo mes del 2021 culminó el año escolar y eso, sí que ha sido un alivio para los padres de familia, personal docente y sobre todo para los niños, adolescentes y jóvenes, quienes tuvieron que enfrentar una educación virtual. Toda su educación fue en línea, privados de su derecho a recrearse y socializar. 

Nos consta que muchos profesores hicieron su mayor esfuerzo para acoplarse a la virtualidad y con ello, a una educación diferente, impersonal, distante y con muchos vacíos debido a que la atención de un niño no puede durar más de 15 minutos. En fin, serán las autoridades educativas las que tendrán que evaluar los vacíos que deja esta modalidad y experiencia de formación académica. 

Es de locos imaginar a los pequeños de inicial y de primero de básica aprendiendo a “socializar”,  “jugar” y a “desarrollar” destrezas de motricidad fina y gruesa detrás de una pantalla que, si fue de un computador que alivio para la vista, pero si fue de una Tablet o celular, pobres criaturas. 

Si nos ponemos a pensar en los universitarios que fuerte debió ser graduarse sin haber tenido el derecho de hacer las prácticas de campo, de laboratorio, de acción. Y peor aun ponerse el birrete y la capa sin opción a un acto formal y presencial. Solo quedará el recuerdo de la foto congelada en la pantalla. 

Ahora poniéndonos en los zapatos de los profesores que estresante debió haber sido el hecho de cumplir, a la par, como profesionales y padres o madres de familia. En septiembre del 2020 una docente se negó a tomar una prueba a una estudiante cuya familia estaba contagiada de COVID 19. Ni siquiera el examen médico la sensibilizó y quizá, por esa sobre carga de trabajo y el estrés se negó a hacerlo argumentando que el sistema en línea no permite preparar otra evaluación. “Tranquila mamita, la alumna no se quedará con cero. Entiendo lo que nos ha causado este virus, así que la alumna no tendrá cero; tiene uno”. 

Ante esta falta de sensibilidad humana fueron las autoridades superiores y el DECE las que la obligaron a tomar la prueba en línea. Desde aquel día, la alumna víctima de haber enfermado con el virus debió enfrentar una realidad difícil por la mala voluntad y falta de profesionalismo de aquella docente. Ni siquiera la bendición de contar con un sueldo y con un trabajo estable en una institución particular, la motivaron a hacer lo correcto. Al final de la historia fue la alumna la que debió cambiarse de institución educativa. 

¡Eso no más sucedió en tiempos de pandemia! (O)