REFUGIOS DE LA PANDEMIA (8)

Jorge Dávila Vázquez

Rincón de Cultura

LO LITERARIO en la poesía de Bruno Sáenz, señalamos como el tercer motivo que trataríamos, al aproximar su reciente libro EL VIENTO DEL ESPÍRITU DESATA LOS LEGAJOS.

Desde muy joven, el escritor ha vivido un intenso amor por lo literario, no solo en su hogar, sino también en los centros educativos que frecuentó. Perteneció al Grupo Literario “Ágora”, que publicaba una revista y mantenía un claro enfrentamiento con los Tzántzicos, y reconoce el magisterio de Hernán Rodríguez Castelo. Sáenz es uno de los nombres más interesantes del teatro ecuatoriano y su “Biografía ejemplar del Doctor Fausto” debería constar en todas las antologías de textos dramáticos del país. Ha publicado importante narrativa, siendo su libro “Relatos del aprendiz”, el título suma de esta modalidad; tiene un volumen de ensayos; pero lo que destaca sobre todo en su producción son sus diez poemarios, de los cuales nos ocupa el último, quizás el más reposado y maduro de todos los que se conocen. Escrito mayoritariamente en versos amplísimos, cuando no en prosa lírica, directamente, se divide en , secciones, en todas las cuales, la meditación literaria ocupa un importante espacio.

Así, en la primera, RUINAS DE LOS CENÁCULOS,  hallamos, entre otros, un angustiado “Diálogo con la línea reticente”: “Trato de pronunciar un adjetivo, un verbo. Emito un balbuceo…”, parece expresar la lucha escritural. En JOB ENTE LAS CENIZAS, el muy expresivo “Desnudez de la palabra”: “La excelencia de la lengua ha perdido la memoria del verbo”;  en SI EL GRANO NO MUERE, el desolado “Sombra de la letra”: “Eso, una sombra, un misterio… queda escrito como trazo de nada sobre la nada.”; de MÁRMOL A MEDIO DESBROZAR, la breve meditación en torno a las limitaciones de la creación poética “Nombre de la rosa”: “No recuperan los verbos la forma ni la tersura.” Y finalmente, de  PORTÓN DESCERRAJADO, diría que trae como un inventario de la tarea de escritor, cumplida a lo largo del tiempo; sin vanidad, pero sin falsas modestias, en su formidable “Reconocimiento”, nos dice, aunque metafóricamente, lo que ha hecho en el campo de la escritura, una y otra vez, “Ya corregirán lo ángeles los errores de mi empresa”.

Y en el epílogo, insiste en que su tarea está cumplida. (o)