La felicidad es un arma cargada

Ibrahim Rodríguez El Khori

Los seres vivos nos caracterizamos por algo en específico… Todos somos sensibles ¿Pero hasta qué punto puede llegar a afectarnos el coctel de emociones al que estamos expuestos cada día?

De todos los sentimientos con los que nos encontramos en nuestro diario vivir, el más anhelado es la felicidad, la intentamos conseguir a toda costa y se vuelve tangible de diversas maneras. Para algunos la felicidad se deriva del prestigio, del dinero, del amor, entre otros. Pero, todas estas proyecciones se subdividen aún más, por ejemplo: la felicidad puede provenir del amor de pareja, del amor de hermanos, de padres, etc.

Para entender con mayor claridad el impacto ideológico de la felicidad en los seres humanos, de los diversos pensamientos filosóficos y religiosos, existen dos corrientes que han influenciado notoriamente en nuestro entorno la manera de proyectar este sentimiento.

La primera está basada en el pensamiento aristotélico, este relaciona a la felicidad con la virtud humana y sostiene que “el hombre feliz vive bien y obra bien”. Aristóteles habla de que la virtud no forma parte del cuerpo, sino del alma, por lo tanto, la felicidad será proporcionada por esta.

La segunda corriente es el cristianismo, a diferencia del pensamiento aristotélico, la felicidad es adquirida después de la muerte. En nuestra experiencia terrenal este sentimiento se alcanza obrando en nombre de Dios; sin embargo, está presente durante un corto lapso, ya que el ser humano es imperfecto y comete errores considerados pecados a los ojos del cristianismo.

Ahora, si bien estas dos corrientes presentan ciertas similitudes, la más notoria es que ambas proyectan a la felicidad desde un enfoque positivo. Afirmando que la alegría es un sentimiento positivo, omitimos la idea de que esta en exceso es dañina. No existe una medida sobre la felicidad, algunos son felices con poco y otros infelices con mucho, pero, si algo está claro, es que la felicidad es un arma cargada.  

Tomar decisiones efusivas causadas por nuestros instintos más viscerales son consecuencias de esta emoción. El muy llamado “vacío” que existe al momento de cumplir nuestros sueños y metas e incluso la falta de empatía que genera el estar siempre feliz es un agravante sustancial en nuestras vidas.

Los contrastes son necesarios para ser felices, no podemos creer que somos seres que estamos destinados a obrar en nombre de Dios o a usar una fórmula de virtudes para sentirnos bien. Ningún tercero puede generar felicidad en nuestras vidas, es nuestra propia naturaleza humana la que crea ese sentimiento, el mismo que es apreciado gracias a la dualidad.

Tenemos que entender que la felicidad idealizada no es la solución. Todos quisiéramos que los consejos de los libros motivacionales funcionen, pero ¿esto no implica rechazar a nuestra naturaleza? Nos han enseñado a romantizar este sentimiento y al hacerlo opacamos a su contraparte. El estar triste es algo necesario y forma parte de la dualidad con la que estamos en contacto. La felicidad idealizada es un arma cargada, debido a que nos obliga a rechazar a lo único en lo que tenemos verdadera certeza, nuestra naturaleza. Negar el dolor no es la felicidad.

 @Rodriguez_Khori