Ultimátum de la CONAIE

Eliécer Cárdenas E.

                                    

_ No han pasado los cien días “de prueba” para el actual gobierno de Guillermo Lasso, cuando la CONAIE, a través de su máximo dirigente, ha concedido un plazo de siete días con sus respectivas horas nocturnas, para que atienda un pliego de exigencias que, en lo medular se refiere a los combustibles y su “alza y alza que te ha visto”.

_ En verdad, el ultimátum de aquel sector indígena, resulta a la fuerza popular, porque choferes, entre ellos buseros, transportistas de carga y otros, están que “no aguantan más” con las elevaciones de los precios de los hidrocarburos, que a su vez presionan las alzas que exigen en las tarifas aquellos sectores.

_ El Gobierno al parecer, “se ha dormido en los laureles”, cosa que no hizo nuestro ciclista olímpico Carapaz, que no se fue a dormir tras la competencia de Francia, sino que de inmediato fue por su medalla de oro a Japón. El Régimen ha dado largas a esta petición de congelar los precios de los combustibles, y focalizar los subsidios a estos para determinadas franjas del transporte.

_ Los temidos “estallidos sociales”, deben ser conjurados antes de que estallen precisamente, ya que el descontento es mal consejero cuando se calientan los motores de la protesta, que siempre suele tener por lo menos unas cuantas razones justas, eso sí, envueltas y revueltas en espesas capas de estrategia política, algunas incluso de la peor especie.

_ El Presidente Guillermo Lasso, que tantas veces en estos primeros meses de su gobierno ha invocado al diálogo, debería dialogar con la CONAIE y otros sectores, con el objeto de que la verdadera “bomba de tiempo” que son los precios de los combustibles, pueda ser conjurada, valga la redundancia, “a tiempo”, no solo por la tranquilidad social tan necesaria en esta época de crisis y pandemia, sino para no dar chance a ciertos elementos que quieren “pescar a río revuelto”, inclusive a costa de desnaturalizar legítimos reclamos y convertirlos en bataholas y desórdenes destructivos, que luego hábilmente son endilgados a las autoridades de turno, bajo el socorrido pretexto de los Derechos Humanos, cuando esos grupúsculos violentos suelen ser los provocadores de aquellas acciones contra los derechos de los demás. (O)