¡En sus manos Presidente!

Edgar Pesántez Torres

Ha sido costumbre, y de la mala, dar a cada gobierno que inicia un plazo de cien días para valorar su gestión. Mi opinión siempre fue que, desde la toma de posesión y durante todo el tiempo del mandato hay que vigilar sus acciones y evaluar su cometido, pues el tiempo no da para treguas, menos en las actuales circunstancias.

En este pensamiento, antes de la investidura del presidente Lasso le recordábamos que, sólo la organización y unidad comunitaria consensuada con fundamento coherente en una Constitución, basada en ideas múltiples y contradictorias sobre la base de libertad, igualdad, pluralismo, interculturalidad y tolerancia, se puede pervivir en un Estado de derecho y de civilidad permanente.

Sin ser constitucionalistas, tan solo preocupados por el destino del país, hemos leído un pasaje de la ‘Política’ de Aristóteles que dice: “Un sistema político es una organización de las ciudades relativa a las magistraturas, a como están repartidas, cuál es la autoridad del régimen y cuál es el fin de cada comunidad; las leyes son las que están separadas de los elementos que caracterizan al régimen y según ellas deben gobernar los magistrados y guardarse de los que las violan”

Han pasado dos siglos y medio y su esencia poco ha cambiado. La Constitución y las Leyes son distintas, pero éstas sustentan a la otra. Los estudiosos del tema hablarán del ‘Leviatán’, del ‘Espíritu de las leyes´ y muchos otros tratados y autores, pero creo que la mayoría serán coincidentes en relación a que la construcción política de un Estado y la estructura de las bases son conditio sine qua non para vivir en comunidad.

La última Constitución se preñó en Carondelet y parió en Montecristi, a la horma de quien la impuso. El texto es excesivamente extenso, con fallas en muchos artículos en fondo y forma, que hizo que un escudero periodista cambiara un artículo para perseguir a sus compañeros y satisfacer la tendencia del caudillo.  

El presidente Lasso pasará a la historia si, sobre consentimientos embozados, trabaja por la reestructuración de la antojadiza Constitución de Montecristi y propone su sustitución por una que redefina el régimen básico de los derechos y libertades de los ciudadanos y los poderes e instituciones de la organización política. Está aún a tiempo porque tiene la confianza del pueblo; después será tarde, cuando el poder lo desgaste y las circunstancias le sean adversas para tal propósito. ¡Señor Presidente! (O)