Los “influencers” de Lasso

Rubén Darío Buitrón

La respuesta a esa pregunta parecería obvia: sí, la tiene. Pero no es tan fácil como parece, porque Eduardo Bonilla, el secretario de Comunicación, no parece estar conectado con su obligación de servir de herramienta de información al pueblo sobre lo que hace el Gobierno y acerca del pensamiento del presidente Lasso en el contexto de sus obligaciones con el país.

¿Un ejemplo? Fácil. El pasado 27 de septiembre, el primer mandatario ecuatoriano recibió en Carondelet al premio nobel de literatura y excandidato presidencial peruano, Mario Vargas Llosa, de 85 años.

En una ceremonia especialmente preparada, Vargas Llosa, considerado de extrema derecha por unos y de centroderecha por otros, recibió del jefe de Estado la Condecoración de la Orden Nacional Al Mérito en el grado de Gran Cruz.

Lo triste o indignante -según cómo se lo quiera ver- es toda la parafernalia que se activó para el ritual en lo que el escritor alabó al presidente y el presidente eligió al escritor mientras Cuenca y Guayaquil estaban de luto precisamente a esas horas, pues dos días antes falleció el notable escritor guayaquileño Jorge Velasco Mackenzie y el mismo día de la ceremonia dedicada a Vargas Llosa se produjo la repentina muerte del escritor cañarejo-azuayo Eliécer Cárdenas Espinosa.

Sin ningún rubor, lo único que hizo Lasso antes del ritual a su referente “libertario” fue pedir un minuto de silencio por el fallecimiento de Jorge Velasco Mackenzie, autor, entre otras obras relevantes, de la novela fundacional “El rincón de los justos” y por la desaparición de Eliécer Cárdenas, autor de otra magnífica e insuperable novela: “Polvo y ceniza”.

Así que mientras Vargas Llosa era condecorado con todos los honores, el Gobierno dedicó apenas 60 segundos a dos grandes de la literatura ecuatoriana. Nada más inoportuno que mezclar los dos hechos, y mucho peor si Lasso se deshizo en alabanzas al nobel de literatura y, aparte del minuto de silencio, nunca más, hasta ahora (este artículo fue escrito el domingo 3 de octubre), ha vuelto a mencionar a Velasco y Cárdenas.

En un alarde de emotividad y de admiración por Vargas Llosa, quien se pretende ícono de la lucha por la libertad, Lasso se desbordó así: ““Qué palabras utilizar cuando se confiere una condecoración, precisamente, a un maestro de la palabra. Dejemos algo muy claro, no hay una sola frase que yo pueda añadir para darle aún mayor brillo a la reputación de Mario Vargas Llosa, no hay un solo elogio que podamos pronunciar para encumbrar aún más una obra que ya es patrimonio de la humanidad entera y no hay ninguna condecoración que le dé mayor lustre a un palmarés que acumula los más prestigiosos premios del mundo”.

Una condecoración de oro para el escritor peruano -cuya calidad literaria no está en duda, a diferencia de sus opiniones políticas- mientras Lasso tuvo muchas opciones de reivindicarse de su omisión mediante todas las herramientas que para estos casos tiene el protocolo y tiene la comunicación gubernamental.

Para colmo, apenas tres días después el Régimen anuncia que “quiere reforzar su estrategia de comunicación luego de cuatro meses en funciones, para lo cual inició un proceso de contratación, vía régimen especial, para la difusión e información de las acciones y mensajes del Gobierno, con un presupuesto cercano al millón de dólares”. Es una afrenta no solamente a los autores fallecidos sino a sus familiares, de quienes ni siquiera se han tomado la molestia de preguntar en qué situación económica quedan las familias de los dos escritores que ni siquiera alcanzaron a recibir el Premio Nacional de Cultura “Eugenio Espejo”, un galardón que, para redondear este cúmulo de absurdos, los gobiernos entregan cada año a figuras del arte que, por lo general, reciben el premio cuando están en el último tramo de su vida y casi no les queda aliento para celebrar el reconocimiento oficial.

¿Qué le costaba al Gobierno entregar condecoraciones post mortem a los familiares de los dos magníficos escritores fallecidos? O, para ser más agudos, ¿algún funcionario de la SEGCOM o de Carondelet habrá leído las obras de Velasco y de Cárdenas?

Torpeza tras torpeza, el viernes 1 de octubre nos enteramos que Lasso y la Segcom está buscando “influencers” (en castellano, personajes influyentes) vía contrato. En los términos de referencia se indica que “el Gobierno, a través de la Secretaría General de Comunicación (Segcom)busca una estrategia de difusión en televisión, radio, prensa, vía pública y en medios digitales. En este último apartado, se requiere la inclusión de al menos cinco influencers locales o nacionales”.

Dentro de la resolución se indica que la Segcom “ya suscribió el 26 de julio pasado un primer contrato por USD 365.525 para el servicio de difusión de las campañasy mensajes del Gobierno. En la justificación del proceso, se indica que el Gobierno “necesita contar con espacios de difusión, por lo que, para un óptimo aprovechamiento de estos, es necesario contar con estrategias comunicacionalesque agrupen y entrelacen los diferentes recursos y genere un impacto directo con el ciudadano objetivo de cada campaña”. 

Además, según informó la prensa, “ese primer contrato no logrará cubrir la difusión del último trimestre del año en curso pues en los primeros cinco meses del período fiscal 2021 “se utilizó prácticamente todo el presupuesto anual de difusión”, por lo que la Segcom considera necesario iniciar un nuevo proceso de este tipo. Según el cronograma publicado, se estima adjudicar el contratohasta el próximo 19 de octubre.

¿En qué se ha gastado ese dinero, si todo se ha hecho por redes sociales, según la promesa de Lasso cuando llegó al poder, con el argumento de que no utilizaría cadenas nacionales para que los ecuatorianos siguieran sus mensajes “de forma voluntaria”, aunque en abierta contradicción con su promesa electoral, el 23 de septiembre el mandatario ya hizo una cadena nacional para difundir su proyecto de ley Creando Oportunidades?

Por si fuera poco, el viernes 1 de octubre Lasso designa a Rafael Cuesta Vallarino como “Consejero de Gobierno Ad Honorem” (¿es decir que trabajará gratis?) para la gestión y estrategia comunicacional del presidente de la República. “Su función -dice el decreto- consistirá en asesorar al Mandatariosobre las prioridades, necesidades y estrategiasde su comunicación personal. ¿Y el señor Eduardo Bonilla, a qué se dedicará?

Casi un millón de dólares para alquilar “influencers” y reforzar su estrategia de comunicación, como si se tratara de contratar a los más simpáticos y empáticos del país para que le hagan quedar bien al Presidente delante de los ciudadanos.  

Si leemos los entrelíneas de estas decisiones, está claro que la Segcom no está cumpliendo sus funciones y que hay muchas goteras en el techo de la entidad, además de que es bueno recordar que para que haya comunicación efectiva debe haber, antes, un plan de gobierno y unas políticas públicas claras.

La confusa situación de la Segcom ameritaría una reestructuración o un cambio de sus mandos, no gastar el poco dinero que se tiene en dar patadas de ahogado, pues es el mismo Gobierno, con las decisiones que acabamos de enumerar, el que está diciendo que la comunicación oficial, tal como se ha manejado hasta hoy, simplemente no funciona.