Combustibles y demagogia

Pese a su impacto ambiental, un muy elevado porcentaje de los países del mundo siguen dependiendo del petróleo, cuya demanda crece en función del desarrollo industrial. Se habla de energías limpias, lo que suena muy bien y se han inventado automotores eléctricos, pero su expansión es incipiente y no avizoramos su uso masivo. Países que deben importar este tipo de insumos deben dedicar un importante rubro de divisas a su compra y los que disponen de él cuentan con rubros de ingresos altos, sobre todo si se considera el ahorro en importaciones.

En escala modesta, nuestro país exporta petróleo en importante proporción para el presupuesto estatal. La cotización internacional de los hidrocarburos no es estática y está sujeta a los altibajos del mercado, lo que, como toda dependencia, afecta al ordenamiento económico. En este contexto el costo para el público que lo requiere varía y los gobiernos pueden tomar medidas para subsidiarlo, lo que abre caminos para demagogos que, so pretexto de salvaguardar los intereses del “pueblo”, buscan rebajarlo como si fuera el único factor que incide en el costo de la vida manteniendo serias diferentes con los costos en los países vecinos, lo que incita al contrabando.

El afán de publicidad nacional de agrupaciones como algunas indígenas realizan movilizaciones para “pelear” por su rebaja sin considerar el muy reducido impacto que tiene en la economía campesina el valor de los hidrocarburos. Como este costo se ha convertido en muletilla política, no han vacilado en recurrir a ella para justificar su “lucha por los pobres”. La demagogia es el “empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política”. En el caso de las movilizaciones, es evidente que se recurre a esta deformación de la democracia.