Epopeya

Aurelio Maldonado Aguilar

Con enorme expectativa vivíamos el momento. El Ecuador entero se encontraba atento. Un puntito negro en el horizonte de Tababela se venía haciendo cada vez más visible. Lenin en su silla con la plana mayor de su gobierno, menos corrupto, menos delincuente, menos ladrón, esperaba la llegada de la aeronave que traía las primeras vacunas y que se decía sería la salvación del monstruoso flagelo del Covid. Militares en formación y la bandera tricolor venteando sobre la caja del medicamento salvador. Era tal la vehemencia del momento, que el operativo parecía montado para recibir al David de Miguel Ángel o la Monalisa de Leonardo. Una vez carreteado el avión y abiertas las puertas, sendos discursos se escucharon y el ministro de Salud Cevallos, explicó la importancia de la vacuna y en seguida, cuando trasladaban el bulto a buen recaudo, sustrajo las primeras vacunas y las inyectó a su madre, agnados y cognados, lo que le costó el puesto y el obligado viaje a Miami donde se esconden muchos de los mañosos ecuatorianos. Nosotros los médicos que batallábamos en primera línea con la peste, adoloridos mirábamos como la gente moría en menos de lo que se santigua un cura ñato y temerosos de contagiarnos, cosa que pasó mucho y los héroes de blanco sucumbieron cumpliendo su deber. De tal manera que seríamos el primer grupo en recibir las escasas dosis que venían. Todo bien organizado por nuestras autoridades del Hospital, esperábamos la llegada de lo que entendíamos como salvación y milagro. Un piquete de soldados con traje de camuflaje, rifles de asalto y chalecos antibalas, eran los custodios de los termos refrigerados, que en ese momento se cuidaban como verdadero oro en polvo. Esperamos dos horas y nunca llegó nuestra dosis y nos explicaron que, cosa demás entendida, Cuenca es aislada y sin vuelos aéreos y un derrumbe de los frecuentes de Molleturo, impidió que viniesen y nos citaron al día siguiente, día en que, luego del pinchazo nos observaron minuciosamente por una hora completa, tomando presión y signos vitales, en espera de complicaciones derivadas y algunas camillas se encontraban listas para recibir los soponcios de haberlos. Si Lasso ha tenido éxito, este es la vacunación masiva que nos coloca entre los países más protegidos y días pasados volvimos los médicos a recibir la tercera dosis de refuerzo sin operativos militares ni grandes epopeyas. Parece ser que, vamos controlando la mortal pandemia, aunque, no esperemos que nos deje muy rápido. (O)