La buena política

Hernán Abad Rodas

Vivir la democracia va mucho más allá de los discursos vacuos y repetitivos.  

La democracia exige también honradez intelectual, inteligencia y sólidos principios éticos y morales.

Es una lacerante realidad, que la vida política en el Ecuador se ha deteriorado a límites inimaginables. Los ciudadanos de mejores cualidades, se han alejado de ella. El creciente desempleo, ha dejado campo abierto a la mediocridad, la corrupción y el autoritarismo.

La destrucción de los partidos políticos impulsada por populistas y demagogos, que han buscado el poder para satisfacer sus egos y el enriquecimiento personal y de sus grupos mafiosos, ha devenido en el deterioro de la economía y la insatisfacción de las necesidades sociales.

LA BUENA POLÍTICA se aprende con los años de afinar el olfato por el bien común. La ética, las competencias democráticas, se las aprende en la familia, y en la escuela. Pero el conocimiento del contexto social, de la información y de la capacidad de interpretar la realidad se aprende con lectura y estudio.

Tal capacidad depende de la formación en ciencias sociales, que son impartidas con calidad por contadas universidades, Los políticos sin formación alguna son inútiles y peligrosos manejando el poder.

Las ciencias sociales y humanidades, la filosofía, la historia, la antropología, la sociología y la economía son indispensables para entender el mundo y transformarlo. Pero un economista o un abogado sin idea de la sociedad y de la historia fracasa como conductor estatal y político.

Los políticos y estadistas deberían ser formados por los partidos o por las universidades. La mayoría de los partidos no son partidos, son maquinarias electorales listas para asaltar el Estado. Las universidades serias hacen esfuerzos gigantes para mantener abiertos espacios de ciencias sociales, que desde hace décadas son bloqueadas por élites políticas populistas o económicas a las que no les interesa el desarrollo del pensamiento crítico.

En este momento de tanta necesidad de líderes éticos, conocedores y comprometidos con la realidad; hay que retomar el impulso por las ciencias sociales y la Historia, para evitar que la corrupción siga convirtiendo a Latinoamérica en una cloaca y al mundo en un basurero moral. (O)