Diego Morales, el cerebro de los “Pichaybots”

La idea surgió hace tres años en las aulas universitarias, actualmente hay siete máquinas operativas.

Diego Morales Jadán es el mentalizador de los “Pichaybot”, equipos destinados al reciclaje de botellas plásticas. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Dos grandes y pesadas fundas llevan Carolina Sigcho y Luis Pauta Pulla. En el interior hay cientos de botellas plásticas de todo tamaño. Las fueron recolectando desde la noche anterior y hasta las primeras horas de la mañana.

Al medio día, luego de un recorrido que empieza en El Cebollar y avanza por la avenida De Las Américas, pasando por la Basílica, El Vecino y zonas aledañas, llegan al parque De La Madre.

La niña empieza a sacar una a una las botellas y las coloca en la “Pichaybot”, una máquina creada para fomentar el reciclaje en Cuenca. Por cada envase que introduce recibe un centavo. En algo más de ocho minutos ha colocado 253 botellas y ha canjeado 2,53 dólares.

El dinero le sirve de mucho a Carolina para sus gastos personales, mientras que Luis afirma que el pago es mejor que el que reciben de las asociaciones de reciclaje; él duda de la forma en la que se calcula el peso y el valor que les dan por el material que con esfuerzo entregan.

Otras seis máquinas como la del parque De La Madre están en los parques El Paraíso y Tarqui-Guzho, y en las parroquias rurales Checa, Chiquintad, Baños y San Joaquín.

Los equipos de los parques registraron 8.000 envases en solo tres semanas; en San Joaquín se dio un “récord” porque en apenas cinco horas se contabilizaron 500 botellas.

Carolina Sigcho introduce las botellas que ha recolectado junto con Luis Pauta Pulla, en ocho minutos depositó 253 envases plásticos.

El mentalizador de las “Pichaybot” es Diego Morales Jadán, ingeniero eléctrico con dos masterados y un doctorado, en Francia. La idea se gestó hace tres años en las aulas de la Universidad Católica de Cuenca en donde Morales es catedrático y para el primer diseño -construido en un 95 % con materiales ecuatorianos- se logró una alianza con DELtrony, empresa cuencana dedicada a la electrónica y a la programación. Los resultados iniciales fueron alentadores: en un año se recolectaron 88.000 recipientes.

En ese caminar hubo algunas anécdotas. Una de ellas se dio a la hora de configurar la temperatura de los plásticos lo cual generó un gas tóxico que al ser inhalado por el grupo de técnicos casi les provoca el traslado a una clínica.

Asimismo, la primera máquina fue blanco del vandalismo y en otro caso curioso fue tanto el interés de los usuarios que los impulsores del proyecto debieron poner dinero del bolsillo propio para el canje de los envases.

Actualmente cada “Pichaybot” tiene un saldo de 80 dólares mensuales y se espera contar con el respaldo de más empresas para incrementar ese monto.

Para los nuevos equipos se logró el financiamiento de la Empresa Electro Generadora del Austro (Elecaustro S.A.) y de la Empresa Municipal de Aseo (EMAC EP).

Estos tienen cuatro opciones: el pago de un centavo por la botella, lograr puntos en una tarjeta para canjearlas por plantas en el local de BioEMAC, donar el centavo a la Universidad Católica para elaborar material mobiliario con plástico reciclado, o para el fondo de reciclaje inclusivo de la EMAC EP. También se puede jugar en una ruleta en la que se duplica o pierde el saldo.

Cerca del 90 % de las botellas depositadas son cobradas, entre 6 % se juega en la ruleta, un 2 % se dona a la universidad y 2 % se dona al fondo de recicladores. Estos indicadores deben revertirse con una campaña de concienciación reconoce Diego Morales quien aspira recolectar un millón de botellas en 12 meses. Y observa que no se está incentivando el uso del plástico sino su adecuada disposición para que con el reciclaje sean productos de utilidad y no se los vea en calles, tachos o quebradas.

El plan es ambicioso y ya se ha fijado una tercera etapa que consiste en implementar una tarjeta electrónica que sea interoperable; es decir que en ella se cargue el valor por cada botella reciclada y que este dinero pueda ser usado en los pasajes de bus, del tranvía o en cadenas de comida u otros negocios. Hasta agosto o septiembre de 2022 se espera que la idea esté completamente implementada.

En el primer año de pruebas de la máquina de reciclaje se recolectaron 88.000 recipientes plásticos.

Diego Morales, quien dice también utilizar las máquinas recicladoras, se llena de satisfacción al ver que proyectos como los solmáforos, las estaciones de carga y los “Pichaybot” están al servicio de la comunidad rompiendo esa desconexión entre la academia y el sector público porque, como él mismo dice, “hay excelentes iniciativas que muchas veces se quedan en las aulas”.

Al recordar que Cuenca es pionera en el manejo ambiental, considera que un siguiente nivel debe darse en el mediano y corto plazo. Se refiere a la separación y clasificación de los desechos orgánicos, el desarrollo de abono para tener mejores productos que garanticen una alimentación adecuada y volver los ojos a las asociaciones agroecológicas tal como ocurrió en los tiempos más álgidos de la pandemia.

En el primer punto menciona que ya hay programas piloto en las parroquias El Valle, Sinincay, Baños y Sidcay para separar la basura en fundas verdes donde se va el 60 % de residuos orgánicos que la EMAC EP transformará en compost y abono. Ya se han recolectado 45 toneladas que no se enterrarán en el relleno sanitario de Pichacay (parroquia Santa Ana) sino más bien, ya convertidas en abono, se han entregado a asociaciones agroecológicas de San Joaquín y Quingeo.

En su condición de concejal rural opina que el cuidado ambiental tiene una estrecha línea complementaria que es la movilidad alternativa, sobre todo la bicicultura. En ese contexto cree imperioso generar políticas públicas, algunas, dice, ya emprendidas en el seno del Concejo Cantonal a través de ordenanzas.

Morales ve en poco tiempo más a una Cuenca mejor ordenada y planificada donde se promueva la movilidad activa, responsable con el medio ambiente y más solidaria. Para ello, apunta, es fundamental una mayor corresponsabilidad de los propios cuencanos quienes, a su juicio, deben ser los actores directos del crecimiento y progreso de la ciudad.

Tres momentos determinantes

Tres momentos han marcado el criterio ambientalista de Diego Morales. El primero fue en las aulas del quinto curso del Técnico Salesiano cuando uno de sus profesores le hizo prometer que nunca más botaría la basura en la calle. Eso caló muy hondo y ese mismo mensaje ha trasmitido a sus hijos y a sus estudiantes.

El segundo instante fue cuando en la ciudadela Lagunas del Sol, en la parroquia rural El Valle, durante la pandemia, se organizaron con el vecindario para reciclar los desechos orgánicos en una funda verde que más tarde se convertirá en abono o compost.

El tercer episodio fue cuando vio un documental sobre un equipo de reciclaje fabricado en Colombia y que en lo personal le despertó algunas inquietudes sobre la factibilidad de replicarlo en Cuenca. Este último fue determinante y lo que comenzó como una idea se cristalizó en lo que hoy son los “Pichaybot”. (I)

Por. Diego Montalván S.
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Fotos: Xavier Caivinagua A.
El Mercurio-Cuenca