Promesas

Catalina Sojos

Y, una vez más, llegan con la miel en los labios y las promesas a flor de piel; revienta la sala con los aplausos de los románticos incurables. Egregios, ínclitos conversan luego del cóctel y lucen sus condecoraciones. Han escogido a nuevos personajes para ser galardonados de manera permanente, puesto que los otros ya están en la tumba. Las promesas inundan a Cuenca y se ofrecen corredores y autopistas que nos lleven a la luz del progreso; mientras tanto las ciclovías pintadas en las calles, las montañas que se derriten a la primera llovizna, la falta de trabajo, las realidades de la cárcel y la indiferencia ante la consulta popular sobre el agua, entre otras calamidades al decir de nuestro alcalde, pasan a segundo plano. Importan las luces en las fachadas de las iglesias, la cohetería, el run run de las fiestas. Es decir, se rescata estas peticiones de Pedro Palacios, (que deberían ser exigencias) pero… recuerdo aquella canción que cantaba el bellísimo Alain Delon junto a Dalida que decía “palabras, palabras, tan sólo palabras” hasta el fin. Se romantiza lo dignos y privilegiados que, supuestamente, somos los cuencanos y seguimos sentados en la fortuna de vivir al sur, en esta ciudad patrimonial invisible y mojada que, tenazmente, cada año hace llover sobre los invitados. (O)